Yáxtor Brandan, un hombre sin pasado, una máquina de matar, debe salvar el mundo. En su camino se encontrará con bellas mujeres, malvados enemigos y un oscuro pasado que le hará dudar incluso de sus propios amigos. Si Yáxtor Brandan tuviera amigos, claro. Con estas premisas, ¿alguien duda que este libro me haya gustado?
Una de las primeras preguntas que me vino a la mente tras terminar El adepto de la reina fue: ¿es esto ciencia ficción? Ya había descartado desde un principio que esta novela encajara dentro de la nueva definición de literatura prospectiva que esta misma página web defiende, pero lo cierto es que incluso situarla dentro del género de ciencia ficción me resulta difícil. Sí, es fácil clasificarla dentro de lo que llamamos space opera, pero incluso tengo mis dudas de que ese sea su género. El adepto de la reina, como indica en la contraportada, mezcla géneros, y si tuviera que colocarla en las estanterías de una librería, no dudaría en hacerlo junto a, por ejemplo, las novelas de espías que escribía Gérard de Villiers en la colección SAS antes que en la sección de novelas pulp de Robert E. Howard y compañía.
Rodolfo Martínez ha escrito un libro que se adscribe con facilidad a las novelas de espías de los años setenta y ochenta, cuyo principal referente es sin duda la obra de Ian Fleming, como él mismo reconoce. El adepto de la reina narra la historia de un antihéroe como Bond, enfrentado a su mayor enemigo (no en vano se denominan en la novela espectros) y dispuesto a salvar el mundo como si la cosa no fuera con él. Y a acostarse con algunas mujeres. Y a castigar a los malos como se merecen, claro. En ese sentido, la novela se lee con ansia, pues mantiene un ritmo frenético que no decae en ningún instante. Además juega perfectamente con las expectativas del lector, ofreciéndole desde el primer momento un personaje acorde a lo narrado, rodeado de mujeres que utiliza a su antojo (sí, ya habíamos dicho que esto iba de personajes a lo James Bond, así que no hay concesiones a lo políticamente correcto) y de malvados de opereta ajustados a la perfección a su papel.
Muchos se preguntarán al llegar aquí: ¿merece la pena leer el libro? La respuesta es: sin duda alguna, sí. Este tipo de obras son necesarias, al menos para mí. Reivindican el placer la lectura como diversión. Son novelas palomiteras, si se me permite la expresión y la comparación con el género cinematográfico. Completamente disfrutables y meritorias, pues en el apartado técnico están muy cuidadas y en el argumental, siempre que no le busques tres pies al gato, funcionan como deben. Martinez demuestra con El adepto de la reina que no es necesario ahondar en temas presuntamente profundos para ofrecer una gran obra, basta con contar una buena historia con estilo y personalidad.
Sin embargo, sí me gustaría mencionar algunos detalles que no permiten que la obra sea redonda. En primer lugar, la ausencia casi absoluta de descripciones de Érvinder. Es muy probable que el autor haya querido obviarlas para acelerar el ritmo, pero la verdad es que en muchas ocasiones el lector debe rellenar tanta información que se siente casi como si estuviera contemplando un escenario vacío. No es tanta la sensación de falta de presupuesto para los decorados como la ausencia absoluta de los mismos. En segundo lugar, el escenario apenas entrevisto es un remedo demasiado burdo de nuestro mundo. En este caso es evidente la intencionalidad del autor, y aún así algunos detalles llaman la atención por lo poco elaborados, como la referencia directa a La princesa prometida o los nombres de algunos personajes. En tercer y último lugar, el final, con un tono paródico muy Bond, no se ajusta demasiado al tono del resto del libro. Es además un final precipitado, que no ahonda en detalles, quizá porque esos detalles puedan formar parte de un nuevo libro.
En cualquier caso, no me gustaría cerrar esta reseña de forma negativa. El adepto de la reina es un libro que he disfrutado de principio a fin y que recomendaría sin miedo a cualquier lector que disfrute de la aventura (pues, al fin y al cabo, esta es una novela de aventuras) y de la buena literatura con el ánimo de pasar un rato sumergido en un nuevo mundo que, sin ocultarlo, es el nuestro. Otra muestra más de lo que Rodolfo Martínez es capaz de ofrecer, y si el autor volviera de nuevo a Érvinder en una nueva obra, no dudaría ni un segundo en hacerme con ella.
La verdad es que estoy bastante de acuerdo con esta reflexión. Me lo he pasado realmente bien leyéndolo, la verdad. A mí no me ha molestado que Ervinder esté hecho a base de remiendos de nuestra mundo: me lo he tomadeo casi como algo gracioso, un guiño simpático.
Añadiría la virtud de regalarnos ciertos momentos realmente brillantes visualmente, que me ahorraré por ser spoilers. Escenas de esas que se te quedan grabadas cuando cierras el libro.
Por otra parte, son muy interesantes las posibilidades a las que invita este mundo tan complejo y que considero completamente ciencia ficción, pero nada prospectivo. Da para relatos breves, para sagas extensas y, lo que me parece más interesante, para todo tipo de estilos. El concepto de los mensajeros, por ejemplo, permitiría cuentos muy líricos, pero también muy filosóficos, pero también terroríficos.
Lo dicho: un mundo muy, muy literario.
Yo lo veo Ciencia Ficción pero con todas las letras. Muy buena novela.
Yendo a mi experiencia particualr hay dos cosas al respecto que me llaman la atencíon del Adepto de la Reina.
El reto. Traspasar el mundo de James Bond a un universo de fantasía. No he léido ninguna novela de Fleming, sí soy un fan de las pelis, pero está apuesta está muy bien conseguida. Brandam, además, se va oscureciendo y oscureciendo, no queda acartonado como Roger More (al contrario, vaya bicho cabrón). Y además, el uso que hace de la sexualidad no es hedonista, no se trata de sacar una maciza en bolas por aquí para alegrar al personal, tiene miga.
El universo. De lo mejor de la novela. Esto de inventarse un mundo preindustrial pero a la vez tecnológico donde la electrónica se suple con unos enigmáticos mensajeros, que a veces suenan a hormonas otras a fuerza telúrica, y dejarlo indefinido, me ha gustado. Creo que una ontología diferente y rica. Aunque imagino que lectores con más bagaje que yo en el género encontrarán resonancias de este o aquel.
La falta de descripción que indicas, no sé… Tal vez se le pueda sacar más partido sacándote de la manga artefactos, a la manera del steampunk, que particularmente me gusta. Yo no la he echado en falta, entre ahogar al lector con información o dejarle fantasear a él, prefiero lo segundo.
Lo que me fastidia es un poco lo de siempre en las historias de héroes/antihéroes. Reglas claras. Pro ejemplo calza el tema de los portales de manera un tanto sorprendente, y algún otro detalle, como cambiar el aspecto…. Te quedas pensando porque no utilizó tal truco antes… Por otra parte es un recurso muy bondiano, que necesitas que el Astor Martin se convierta en caza de combate qye dispara chupinazos por la aleta, hola hop… y ahí lo tienes.
Otro acierto, la simbiosis de épocas, esa fusión entre la Señoría de Venecia, el imperio romano y la Inglaterra de Disraeli y la Reina Victoria. Al bote pronto se diría que es fácil y no. Desenvolverse con naturalidad en un mundo literario así, tela…
Por cierto, se presenta el 28 de noviembre en Estudio en Escarlata.