Escribiendo este artículo me doy cuenta de que he visto todas las películas, seis nada menos, dirigidas por Christopher Nolan desde Memento, aquella pequeña joya que le colocara en el escaparate cinematográfico mundial en el año 2000. Raro, porque no le ubico entre los realizadores más sobresalientes de nuestro tiempo. Y sin embargo, algo en la elección de sus producciones ha hecho que me parecieran siempre apetecibles. Lo que llama la atención en su estilo es precisamente eso, que no gusta de llamar la atención en su narrativa. Ha sido capaz de rodar dos películas de superhéroes sin que el efecto especial se superpusiera a la historia. De hecho, raro en él, lo único que se puede señalar como negativo en El caballero oscuro era el truco infográfico, demasiado evidente, que desfiguraba el rostro de Dos Caras y que chocaba con el tono discreto del resto del filme.
Nolan sabe revestir de cierto clasicismo a sus películas, sabe incorporar de forma diestra el elemento efectista al resto sin que sea excesivo. La historia ante todo, parece ser su filosofía. Y es seguramente eso lo que le ha dado el prestigio del que goza actualmente. Se puede decir que Origen es un producto propio de su director. La historia manda, y aunque debido a su trasfondo cuente con numerosos efectos especiales, estos nunca llegan a imponerse al mensaje. Aparecen en momentos dispuestos para su lucimiento, realzados por la música del siempre magistral Hans Zimmer, y una vez disfrutados dan paso de nuevo a la historia.
Origen va de sueños, y de cómo un grupo de profesionales es contratado para efectuar una misión en un sueño dentro de un sueño dentro de otro sueño, lo que viene a ser un tour de force en su ramo. Esta trama central está calcada de la que se narra en Neuromante, la obra que inauguró oficialmente la corriente cyberpunk. En la novela de William Gibson, Case, el protagonista, era un tipo exiliado al que ya no le era posible realizar su trabajo, lo que mejor sabía hacer, navegar por el espacio cibernético. Alguien le ofrecía un trato: restituirle a cambio de reunir a un grupo con el que realizar una misión peligrosa en el ciberespacio. En Origen, Cobb no puede volver a EE. UU. debido a un problema del pasado, el mismo que le imposibilita ejercer su antiguo trabajo como “arquitecto” de sueños. Alguien le ofrece acabar con su exilio a cambio de reunir un grupo con el que realizar una peligrosa misión en el espacio onírico de un sujeto.
Origen no es más que un cyberpunk sin elemento cyber. Si en el fondo hay un claro referente, en la superficie es innegable el legado de Matrix. La coreografía ingrávida de aquella película está aquí, en algunos aspectos, mejor explotada. Hay momentos fascinantes por sí mismos, como el del ascensor, o el de la presentación del mundo onírico a la joven arquitecto, o esa ciudad desolada que se destruye lentamente en el limbo; y también hay grandes escenas de acción, con un toque a lo Bond nada sutil. La banda sonora es también magnífica, acorde al ritmo y a las imágenes que se muestran. Sería extraño que alguien se quejara de la factura visual de la película, porque es impecable.
El punto más interesante que yo le encuentro a esta película parte de su naturaleza genérica. Estamos, de nuevo, ante un filme de ciencia ficción que descoloca al espectador no habituado al lenguaje del género. Muchos encuentran complicado un argumento cuya máxima complejidad reside en el juego de niveles de sueño en el que se realiza la misión. Y sin embargo, alguien ya bregado en estas lides no sólo lo encontrará bastante simple, sino que además se topará, precisamente aquí, con el único punto insatisfactorio. Hay varias incoherencias internas que acaban por romper el pacto de ficción. El aleatorio movimiento físico de los personajes en los distintos niveles de sueño, así como un imperdonable error temporal a costa de la edad de uno de los protagonistas, son máculas importantes en el argumento, pequeñas taras que uno no puede perdonar del todo una vez acabada la proyección. Y molesta, porque son cuestiones que se podían haber solucionado añadiendo una simple frase o con un pequeño cambio de orden en la operación de montaje de la película.
Origen es, en todo caso, un producto usual, nada extraño en la carrera de su director. Es interesante, es correcto, pero no enamora.
Aparecen en momentos dispuestos para su lucimiento (…)
… que fueron los momentos «aburridos»; bonitos, pero un pelín largos. Que había de lucir FXs :-)