Hoy día, a principios del siglo XXI, ¿qué nos queda de las agoreras predicciones del mejor ciberpunk?
Pues si nos fijamos en el aspecto puramente tecnológico, no mucho. El caballo de batalla de todo el subgénero siempre ha sido el interface neuronal, un dispositivo capaz de volver obsoletos los sentidos tradicionales, gracias a los cuales el cerebro adquiere información del medio y sustituirlos por una conexión directa a un medio electrónico que los emula. A día de hoy parece haber tímidos avances, pero también fenomenales problemas.
El éxito más rotundo lo tienen los implantes cocleares, dispositivos capaces de remedar, más o menos, la función de una coclea sana, y alimentar el nervio auditivo con señales que permiten al sordo oír con cierta eficacia. No parece mucho, aunque en realidad, lo es si atendemos a lo que ha costado obtener dicho avance. La conexión se realiza en el propio nervio auditivo; el acceso directo al cerebro, tanto de entrada como de salida, aún es un problema sin resolver.
Los métodos actuales, implantes o conexiones de fibra óptica, son aún muy invasivos, poco seguros, desesperantemente ineficaces. A pesar de ello hay ciertos éxitos que apuntan a que en un futuro más o menos lejano se pueda pensar en manejar miembros no corpóreos. Experimentos en monos a los que se les implanta una malla de electrodos, que los capacita para manejar un brazo robótico. Las retinas artificiales, un largo sueño tecnológico, han iniciado un tímido avance, aunque aún no constituyen una opción válida. El punto débil sigue siendo el mismo: no la parte sensora y computacional, sino el interface con el cerebro, su funcionamiento y capacidad de interacción con algo tan diferente como un circuito electrónico.
Pero no enterremos aún al ciberpunk. Hay un terreno dónde sus intuiciones han calado hondo, y es la sociología. Las novelas y relatos del subgénero extrapolan, en su gran mayoría, la tendencia hipercapitalista y globalizadora de los 80 y 90. Describen un mundo dónde los estados cada vez pintan menos y cada vez más las corporaciones internacionales. Los bancos, empresas tecnológicas y de biotecnología, se han convertido en las dueñas del mundo. Las sociedades descritas por Gibson, Sterling y otros, se han vuelto, sino una realidad, si una amenaza del futuro cercano.
Ese brutal shock del futuro que permea toda la literatura ciberpunk, y que, de alguna manera, está siempre presente en la buena ciencia ficción, es inquietantemente familiar hoy en día. Se ha achacado muchas veces a la ciencia ficción que uno de sus grandes fallos es no adelantar el advenimiento de internet. Gibson no predijo internet, se equivocó al describir una red virtual que, a día de hoy, es algo aún imposible, y no se sabe si será posible en el futuro, pero eso no es lo importante.
El impacto social, esos individuos desarraigados, sometidos a una sociedad despiadada donde las fronteras que antes separaban el tercer, del segundo, del primer mundo se han derribado, y con sus materiales se ha erigido las nuevas fronteras de la riqueza y los privilegios sociales, son, hoy en día, casi los mismos que nos describía Gibson en su Neuromante. El último y demoledor intento de derribo del poder de los estados, la desaparición de cualquier traba moral, ética y hasta estética al consumismo feroz, la economía siempre creciente, alimentada por una hipertrofiada publicidad cada vez más hábil en manipular la propia sociedad… todo estaba ya en el mejor ciberpunk.
¿Está muerto entonces el ciberpunk? Al contrario. En su parte cosmética, como le suele ocurrir a la ciencia ficción con cierta frecuencia, ha envejecido notablemente. Ciertas características, ciertos tics del subgénero, huelen a rancio. Sin embargo la fuerza de sus especulaciones, de sus prospectivas, no solo no han envejecido sino que casi se han vuelto reales. Incluso muchas de ellas se han visto sobrepasadas por una realidad apabullante.
No seré yo quién espere de la ciencia ficción una herramienta de predicción, un modo de deporte de adivinación. Sin embargo, sí considero uno de sus logros la prospección, por lo que implica de análisis de los delicados equilibrios y dinámicas de la sociedad moderna y sus alteraciones y proyecciones al futuro, cuando cualquiera de sus parámetros se ve afectado. Los grandes números, las sociedades, las modas, tendencias, la economía, la técnica, inciden, a menudo brutalmente, en el individuo, el hombre, el objeto último del arte, de la literatura, de la ciencia ficción, del ciberpunk.
No creo que el ciberpunk este muerto; en todo caso su parafernalia. Su decorado ha envejecido, nada que un buen lifting imaginativo no pueda solucionar. Sin embargo, el conflicto humano que describe, que supura de su literatura y sus tópicos, sus argumentos y subtextos, es más que nunca no ya una opción creativa, sino casi una necesidad intelectual.
Muy interesante. Enhorabuena por la columna. Espero con interés las siguientes.
Hay otra dimensión (aparte de lo socioeconómica) en la que el ciberpunk acertó de lleno. Se trata del plano filosófico: El ciberpunk predijo la muerte de la Realidad y su sustitución por parte de la Virtualidad.
Hombre, respecto a los miembros artificiales, más allá de las hazañas de ese héroe poco reconocido que es Oscar Pistorius, tenemos intentos de implantar brazos robóticos a humanos, veteranos de guerra del Imperio, para ser más exactos. Es un efecto que da grima y parece más cutre que el brazo de Tetsuo en Akira, peeeeeero…
Soy un gran amante del ciberpunk y sus diversas derivaciones y actualizaciones, sobre todo por el punto socioeconómico que apuntas. Y mucho se debe a que el despegue del cyberpunk se produce en los 80, con Reagan, Thatcher, etc. Creo que en esas condiciones cualquier futuro que se imaginara debía estar por obligación dominado por megacorporaciones capitalistas de forma descarada. Tal vez el dominio de éstas, como se puede ver hoy en día es mucho más sutil que el planteado, pero el fondo es el mismo.
Siempre me ha costado mucho el ver al cyberpunk como un subgénero estrictamente per se, no por prejuicios ni nada por el estilo ya que disfruto muchísimo con practicamente todo el (salvo con Gibson, lo siento), sino porque desde sus inicios ha sido más un nexo de unión de diversas temáticas que una temática en sí misma. Casi al momento de su nacimiento su estética ha sido asumida por todas partes, especialmente aquel que se sitúa en un marco temporal no demasiado lejano, pero ya forma parte de lo cotidiano practicamente. Sus señas de identidad a la larga se han asumido más como un modo de contextualizar que por sus mismas virtudes. Con la de hostias que nos damos siempre por definir géneros y subgéneros, resulta curioso que las notas de identidad del cyberpunk se asuman por lo general desde lo estético.
Es cierto sin embargo que la calidad, al menos en mi opinión, suele encontrarse en esa prospección sociológica de la que hablas, sobre todo cuando esta es cercana. El cyberpunk llevado a futuros lejanos se diluye en una mezcolanza de géneros, fundamentalmente la space, perdiendo en mi opinión gran parte de su fuerza. Se me ocurre ahora Reynolds como ejemplo, pero también algunos aspectos de Hyperion pueden valer. Quizás por eso la esencia se haya condensado con mayor éxito en aquellas narraciones en donde el futuro no es en exceso lejano. La extrapolación de nuestra sociedad enfatizando los rasgos nihilistas del capitalismo extremo desde luego funciona muy bien. Ese halo de posmodernidad entendida como el florecimiento de un nihilismo fruto de la muerte de toda Mayúscula encuentra en la narrativa cyberpunk un campo especialmente fértil. Imagino que su asociación con el género negro debe ir también por este sentido: aúnan ambos una mirada escéptica y descreida, nada esperanzadora ni optimista, esos aires de «realismo sucio» pese a todo lo demás.
Curiosamente también me parece que el marco de estas sociedades «cercanas» cyberpunk asumen en su extrapolación prospectiva un éxito capitalista que en los momentos que vivimos no parece algo cercano. Leyendo un artículo el otro día sobre eso de las «marcas blancas» me preguntaba si realmente el Universo Marca tendrá la longevidad que todos hemos asumido. Es una parte esencial del cyberpunk, las coorporaciones que constituyen en «estados» sus propias marcas podría no ser exactamente lo que nos depare el futuro. Claro que eso no quita que funcione bastante bien en lo relativo a la crítica implícita a lo que hemos venido siendo hasta ahora.
En ese sentido pienso que el cyberpunk estuvo muy apegado a los momentos concretos de su tiempo, pero que con el devenir de los años se ha ido fagocitado por el resto más como una estética, como una crítica concreta más que estructural. Está muy bien la cosa transhumanista, pero con todo me parece una filosofía muy poco madura y en exceso apegada a la tendencia fusionista en términos superficiales, al menos en lo referente a todo eso de la manipulación estrictamente corporal o el aumento de capacidades y tal, porque me parece muy interesante cuando el tema que se trata es estrictamente la consciencia. La prospección cyberpunk de Egan, por ejemplo, no me parece tan interesante cuando se limita a lo meramente corporal como cuando se tira de cabeza a tontear con la identidad o la consciencia. Lo cual no quita que el cyberpunk sólo sea un rasgo más dentro de su narrativa.
Por cierto, no creo que predijera la muerte de la realidad y la preponderancia de la virtualidad como pionero, Dick en ese sentido ya estaba bastante avanzadito mucho antes de Gibson .
Saludos!
Yo estoy de acuerdo con LeGuin en que la ciencia ficción es, en su mayoría, metáfora. Desde esa premisa, el ciberpunk ha sido sin duda la rama más visionaria del género. La sociedad actual se dirige hacia un punto cuyos paralelismos con la ficción ciberpunk son evidentes. Si somos conscientes de esa cualidad metafórica, la relación entre internet y el ciberespacio es innegable. La corrupción empresarial, las grandes corporaciones, el consumismo como valor y modo de conducta, el hacinamiento urbano o las drogas de diseño son más que metáforas. En cuanto a la narrativa, se sigue haciendo ciberpunk, pero en el mundo actual parece menos ficción y lo llaman near future. Mientras que la new wave sólo afectó al género, la influencia del ciberpunk llegó hasta la literatura general.
Quizás vaya haciendo falta ya un serio debate sobre cuál ha sido más importante.
Hombre, yo es que creo que más que presentar de forma plausible cachivaches del futuro, lo que interesaba a los autores de cyberpunk era el impacto -no siempre negativo como ocurre en Neon Lotus de Marc Laidlaw o en aquellos Proyectos de Conde Cero- de la omnipresente tecnología, de llevarla a la calle, de presentarla como herramienta fundamental para relacionarse con el mundo.
Por lo demás totalmente de acuerdo con la columna, en mi opinión son mayoría las novelas cyberpunk que se ocupan del aspecto social que comentas: la destrucción de las clases media y trabajadora, la decadencia del medio urbano, la manipulación informativa, el control de masas, los movimientos económicos, la velocidad del cambio, la omnipresencia de la cultura popular, las drogas, la juventud sin futuro… Vamos, nuestro día a día.
No sé porqué ha quedado el tópico del cyberpunk como neón, lluvia, cyberespacio e implantes en la cabeza. Imagino que en parte porque es más cómodo tirar de tópico que leerse las novelas o quizá se deba a la irregular publicación en España de las obras emblématicas de un movimiento tan heterogéneo. Incluso todavía quedan grandes novelas inéditas: casi todo lo de Rucker, la Trilogía de Eclipse de Shirley o, sobre todo, Random Acts of Senseless Violence de Jack Womack, novela muy prospectiva que leída en estos días de crisis económica da un mal rollo importante.
Y la de Jeter, aún queda la de Jeter.
Ehh, bueno, Jeter se molestó cuando publicitaban The Glass Hammer como «The cyberpunk sensation!». Es una novela extraña sobre el control social a través de la religión, la imagen pública y el mesianismo que tiene algún punto de contacto con los temas del cyberpunk, pero yo creo que se escapa a la etiqueta. Ah, y sale Phil Dick.
Aunque imagino que te refieres a Dr. Adder, que por desgracia, aún no he leído.
Exacto.
Leyendo vuestros interesante comentarios, me he acordado de un elemento ciberpunk que hoy en día creo que ya no es fantasía, ciencia ficción ni proyección. ¿no habéis pensado en que el comportamiento de los altos ejecutivos de las empresas se parece mucho al de los nobles de un sistema feudal? Se desmoronan los estados, nacen otras estructuras de poder y organización social que se parecen a otras del pasado. Eso también estaba en el mejor ciberpunk, creo que porque es una consecuencia lógica de ese derrumbe de las grandes estructuras de poder nacionales.
Yo más que feudal veo un paralelismo con la Corte del Rey Sol, todo el mundo deseando jugar al golf o comer con el monarca absoluto, competiciones de ostentación en forma de coches, gadgets, etc.
¿Nunca has hablado con algun alto ejecutivo, un funcionario nivel 30, un político con cargo importante, un directivo de un banco o similar? de verdad, intentan hacerte sentir como que pertenecen a otro mundo, otra casta social. Es realmente impresionante. Recuerda, además, el desprecio absoluto por todo lo demás de los directivos esos del banco americano que se fueron de juerga a gastarse millones de dolares -supongo que como solían hacer- después de que el gobierno les apuntalara las finanzas. En fin, no sé, que me suena todo, y no precisamente bien.
Tampoco se ha traducido ninguna de las suculentas novelas de Pat Cadigan, por cierto. Ni The Fortunate Fall, de Raphael Carter (que en muchos sentidos es una de las elucubraciones más verosímiles de ese ‘otro lado virtual’ tan característico del ciberpunk).
Por otra parte mucha gente que no tiene ni idea de quién es Willian Gibson y que no ha leído ni tiene intención de leer Neuromante, no tiene en cambio problemas en asumir que puede vídeo conferenciar con una persona en la otra punta del planeta o se pasa el día en Youtube viendo vídeos de guacamayos bailando Thriller. Cosas que sorprenderían si uno las leyera en una novela (ciberpunk o no) publicada en los ochenta. La gran mayoría de los hallazgos o extrapolaciones del género han pasado a ser clichés en nuestro presente. Es más, los recursos estilísticos y la estética ciberpunk han sido fagocitados hasta tal punto por el cine y otras industrias del entretenimiento, que son literalmente clichés que hacen entornar los ojos y resoplar con ira/sorna/nostalgia/etc. a cualquier espectador que se precie.