En los últimos tiempos se habla mucho de los autores «literarios» que utilizan temáticas de género (aunque según los anglosajones existe algo llamado «género literario» distinto al resto) y si su aportación es la que produce las obras más valiosas de la ciencia ficción actual o si, por el contrario, no son más que pobres novelas de género por muy valiosas que sean. Autores como McCarthy, Houllebecq o Ishiguro coquetean con supuestos de ciencia ficción con mayor o menor descaro y son cada vez más aceptados por los aficionados. En España un fenómeno parecido está sucediendo no con escritores consagrados, sino con nuevos autores como, por ejemplo, Jorge Carrión o Robert-Juan Cantavella que publican obras de temática similar en editoriales generalistas y de prestigio como Mondadori. La pregunta que surge es por qué escritores surgidos del ámbito especializado no logran penetrar ese nicho.
La respuesta es que, en realidad, esto ya está sucediendo. Salto de página ha publicado autores de fantástico puro, bien en solitario, bien en antologías, y el ejemplo de Félix J. Palma multipremiado y traducido al inglés debe servir como punta de lanza. Otros, como Fco. Javier Pérez compaginan obras en editoriales especializadas (Hierático, su anterior novela salió con Grupo AJEC) con otras como esta Cinco canciones de cuna que nos ocupa, primer título de Ediciones Pulpas, la colección de narrativa de Aristas Martínez, una editorial especializada en poesía.
Pérez, junto con otros autores españoles como Daniel Pérez Navarro, Juan Antonio Fernández Madrigal o Sergio Parra, y a los que se podría unir compañeros sudamericanos como Jorge Baradit o Rafael Pinedo, forma parte de una especie de new wave hispana varias décadas posterior a la anglosajona, más preocupada por la experimentalidad formal y narrativa que por la «literatura de ideas». Su personal estilo puede resultar para algunos recargado y cargante, mientras que otros, entre los que me hallo, lo encontramos hipnótico y espectacular. Cinco canciones de cuna, el título que nos ocupa, lleva su propuesta a la enésima potencia.
Su argumento nos traslada a un extraño hospital en lo que parece un futuro post-apocalíptico. Una niebla malsana impide salir al exterior sin la protección de máscaras de gas y las enfermedades que se tratan en el interior no son precisamente habituales. Sus habitantes, pacientes, empleados y familiares, forman un grupo de lo más disfuncional. Entre ellos encontramos a un Anciano que busca el tratamiento para su esposa ausente en mente pero no en cuerpo, una pareja que no sabe cómo curar a su Bebé recién nacido, extrañas Niñas que corretean con una mira de francotirador en el ojo, administrativos burócratas salidos de la casa que vuelve loco de Las 12 pruebas de Asterix o enfermeras-modelos sadomaso de lencería. Un cóctel explosivo servido con abundantes gotas de ciencia ficción y terror.
La novela se divide en cinco capítulos, uno por cada canción de cuna del título, que doblan como banda sonora de la novela con versos empotrados en mitad de la narración. Estos insertos, en ocasiones más terroríficos que el propio texto (o tal vez tan terroríficos por su relación con el mismo), se combinan con mensajes del Otro Continuo obtenidos a través de tableros de ouija o delirantes fragmentos televisivos surgidos de los aparatos que se encuentran en las habitaciones del hospital.
Si algo destaca en la novela es la grotesca imaginería de su autor, con una mezcla de post-apocalipsis decadente e inquietante sensualidad pornográfica (todos los trabajadores del hospital son atractivos hasta lo obsceno) que produce un enorme desasosiego. Las magníficas ilustraciones de Fidel Martínez, que complementan la cuidada edición de Aristas Martínez, a un precio bastante competitivo teniendo en cuenta el mercado actual, solo acentúan esa sensación.
Cinco canciones de cuna no es un libro fácil, ni lo pretende. Durante buena parte de la novela todo parece inconexo y la inmersión inicial no admite concesiones. La marca de la casa de Pérez, su forma de abordar su obra, es deliberadamente oscura y compleja. Pero igual que cuando uno se sumerge en el agua helada, el cuerpo se acostumbra a ello y lo que produce frío es el retorno al medio aéreo de siempre. No es literatura de masas, no es literatura de género, quizá no sea ni literatura prospectiva. Como William S. Burroughs y tantos otros, lo que hace Francisco Javier Pérez es literatura. A secas.
One comment
Comments are closed.