Los inmortales, de Manuel Vilas

Confieso que hay algo en la literatura de la extravagancia, del desparrame –para entendernos, las fumadas – que me agota.

Influido por Vila-Matas, a primeros de los 80 me compré el Vida y opiniones del Caballero Tristam Shandy, que es la piedra angular de lo que el escritor barcelonés consideró “literatura portátil”. Si a ustedes les encandiló el Vida y opiniones, hagan el favor de comprar Los Inmortales, de Manuel Vilas. Si la cháchara, la digresión y la retórica por la retórica, en cambio, no les va, no lo compren, porque este libro es un divertimento por la cháchara, con el inconveniente de tener más páginas peñazo que ingeniosas. En efecto, estamos ante una ofensiva de la “literatura portátil” (concepto que me gusta más que “metaficción), pero no encontrarán ni la retranca intelectual de Doctorow, ni la convulsión vital de Bolaño, ni las irónicas elegías por el fin de la literatura de Vila-Matas. A pesar de eso, mi balance lector no es malo. Como laureado poeta, Vilas escribe y describe extraordinariamente bien. Lo que no quita que, al final, de 17 relatos o fragmentos, 4 me parecieron soberbios, uno ocurrente, y 12 plúmbeos. Digamos que lo más divertido de Los Inmortales va a ser escribir esta crítica.

¿Qué es la literatura portátil? Acumular datos inútiles con propósito sarcástico, deliberada fuga del racionalismo, amor por la levedad y el juego retórico (donde la idea del discurso cede protagonismo a la forma expresiva), pasión por  “las  digresiones y anécdotas explicativas que supuestamente ayudan a formar el contexto pero que de hecho van a ser la esencia de la novela, y que desvían el hilo conductor, impidiendo cualquier avance lineal en la trama.”* La secreta convicción de que en la banalidad se descubre la esencia del mundo; literatura sobre la literatura.

Por supuesto, si ustedes se preguntan si Los Inmortales es una novela de ciencia ficción la respuesta es jajaja… Que salgan naves espaciales, aliens, inmortales, vampiros, espectros y viajes interplanetarios, que la acción se resuelva (por decirlo de algún modo) en Zaragoza allá por el 2148, no la convierte en narrativa de género. Sin embargo, atendiendo a la noción de literatura prospectiva, estamos ante un ejemplo de manual. Vean.

La obra arranca en el año 22011. Los neo-hombres están muy orgullosos de su inmortalidad, pero han descubierto con gran disgusto que en el siglo XXI un escritor español, Manuel Vilas, ya describió una raza previa de inmortales (esto para los neo-humanos es un tabú). Es un inicio de espanto, de devolver el libro al librero, pero no hay que desanimarse porque a continuación…

En el relato “Saavedra”, que abre la novela, nos encontramos a Cervantes de turismo por Canarias… Don Miguel es ahora SA (un golfo pasado de vueltas) y se acompaña de Jerry, su biógrafo. Al poco quedan con unas putas y se corren una juerga por las Cañadas del Teide. El caso es que SA es un pseudovampiro-inmortal, de los de “solo puede quedar uno”. Deplazados a Icod de los Vinos matan al Drago trimilenario con una espada, que servirá también para decapitar a Sidney Poitier, que es otro inmortal. En fin, mi resumen no hace justicia al relato, que es bastante bueno (y fresco y muy divertido), pero es que en la literatura portátil la trama no va a ningún sitio. La gracia está en los diálogos, en las referencias poppies, en el exceso y la extravagancia. La digresión, la cháchara. Notable.

En “Selene Trips”, el multipremiado escritor Manuel Vilas, a sus 68 años (estamos en 2040) se dispone a embarcarse a un viaje a la luna; ha sido elegido por la primera dama de los USA para representar a la literatura en lengua española en una performance lunar: 7 poetas entonarán sus versos sobre la superficie lunar (o algo así). Vilas reflexiona sobre la vida, recuerda una memorable juerga en la Zarzuela con el Rey Juan Carlos y dos americanas gordas, y luego (un momento especialmente deslumbrante), cómo el monarca le regaló un CD en el que el propio rey (doblado con la voz del que dobla a De Niro), entre canción de Julio Iglesias y de Batiato, le dice “SuperVilas, necesitamos la bondad como fundamento histórico de la literatura española”.  El cuento es admirable, perfecto. Reflexiones acidísimas sobre el franquismo, la cultura institucional, la vejez, la muerte, el sexo y el tiempo. La escena en que Vilas y el Rey les palpan las magras a dos obesas es lo más felliniano que he leído nunca.

Y el que sigue es el que más me gustó, “El último comunista”. Describe el proceso psicótico del ruso de origen español Corman Martínez, radicado en una urbanización de Málaga. Periódicamente Corman recibe la visita de Stalin, quien le encomienda una serie de misiones. Lo que me gusta de este relato es la verosimilitud, la cháchara –divertida- tiene un enorme sentido como manifestación del delirio. Sobresaliente.

Los siguientes tres cuentos me pareciero un peñazo. En “Ponti, Juan Pablo II y Mother T surfean los centros comerciales de Madrid” el efecto humorístico es la sustitución de la cháchara teológica por una fiebre místico-consumista. El siguiente es aún más peñazo y me dormí tres veces durante su lectura, verificada entre los días 26,27 y 28 de enero de 2012. Al que sigue lo sometí a un expeditivo proceso de lectura en diagonal.

La cosa retoma el vuelo con “Lección de anatomía”, un relato de humor muy en la línea de La Codorniz y Mihura en el que los huesos de Manuel Vilas salen de su cuerpo. Pero para cuando has llegado allí se diría que la propuesta de Los inmortales se ha agotado, ya no sorprende, se repiten los delirios y terminarte los capitucuentos se convierte en un penoso ejercicio de tenacidad lectora (que es lo peor que le puede pasar al divertimento). Como revulsivo, se intenta que la aparición inopinada de Corman Martínez, Vilas y SA en los diferentes relatos catalice el efecto cómico, pero nada. Tampoco el habitual recurso al Equipo A o al Pontiac Firebird, conducido en 2195 por Juan Pablo II, sirven para poco más que estampar en la contraportada el preceptivo comentario de “estética posmoderna en la que la alta cultura se degrada”. (Falta ese otro tropo de las contraportadas, “fusión de rabiosa modernidad con tradición”, pero qué se le va a hacer).

Queda como consuelo una semiperla. “Eva”, un tragicómico relato de amor en el que un inmortal innominado cuenta a su mujer un romance que tuvo con Eva Braun.

Lo que desde luego no se le puede negar a Vilas, y no es poco, es talento y fantasía. Está lejos de ser un escritor mediocre. Quizá el problema es que son 17 relatos muy desiguales. Hay cuatro o cinco fragmentos inmejorables y el resto caen muy bajo y desparramado (en mi opinión). Pienso que, sin recurrir a una trama cohesionadora, la cosa daba para lo que daba.

Para finalizar, una cita de “Lección de Anatomía”, en el que los huesos entran en contacto con Vilas y le piden…

“HUESOS: …Por favor, no nos mandes quemar. Deja que nos disolvamos pacientemente entre la tierra y el aire, como siempre ha sido.

VILAS: Por supuesto, os prometo que no habrá cremación.

HUESOS: Gracias, gracias, gracias… Nos repugna el fuego, preferimos la tierra, el sol y el aire.

VILAS: Nunca podremos vernos.

HUESOS: Jamás. Estamos montados dentro de ti, pero no podemos salir de ti. Somos energía amorosa que está en ti. Somos un pueblo que te ama.”

Luis Besa es periodista, autor de Metaversos e Ínsula Avataria

5 comments

  1. «Por supuesto, si ustedes se preguntan si Los Inmortales es una novela de ciencia ficción la respuesta es jajaja… Que salgan naves espaciales, aliens, inmortales, vampiros, espectros y viajes interplanetarios, que la acción se resuelva (por decirlo de algún modo) en Zaragoza allá por el 2148, no la convierte en narrativa de género.»

    ¿Y qué convierte a un relato en narrativa de género, en tu opinión? ¿Qué condición imprescindible ha de cumplir?

  2. Bufff… no me siento hoy capacitado para responder a eso… empiricamente, el género viene definido por la intención del autor, el mercado al que se dirige, la tradición literaria en que se contextualiza (eso y algunas cosas más lo podemos más o menos caracterizar con cierta solvencia)… Luego hay interpretaciones de todo tipo… Quizá la manera más clara de explicar lo que quise explicar es yendo al genero de caballerías, del XV y del XVI… Ahí detectas una familia de claves comunes. El Quijote toma alguna de esas claves pero hace -felzmente- «otra cosa». Es decir, Vilas utiliza algunas claves familiares a la CF pero su intención es muy otra y creo que el público lector muy otro también. Por otro lado, esas claves a las que me refiero no son centrales en Vilas, tienen un papel de atrezo…. Sé que no respondo a tu pregunta sobre qué define el género pero…

  3. Yo creo que lo mejor y lo más pomo es que los de Anagrama se han camuflado de Alfaguara no sé muy bien con qué intención, pero mola.

    *Eso sí, cuando lo corrijáis, pues este mensaje no tendrá sentido y será una incongruencia fabulosa.

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