Este año en Prospectiva nos tomamos el mes de Agosto de vacaciones para volver con fuerzas renovadas la segunda semana de Septiembre. Así nos resultará más sencillo mantener nuestra ración semanal de la literatura antes conocida como… No vamos a entrar en polémicas. Ya habrá tiempo más adelante… o en este mismo artículo.
Para «llenar» de contenido este mes, Manuel de los Reyes nos propuso realizar nuestro factor de protección 451, un listado de recomendaciones para prevenir cualquier brote de tedio veraniego. Aquí dejamos el tratamiento: ocho dosis de buena literatura para este mes de estío… o cualquiera de los que vengan después.
Anatema, de Neal Stephenson.
Neal Stephenson escribe fantásticamente bien, con desparpajo, naturalidad, precisión. Con ingenio y gracia. Sus tramas son innovadoras y complejas y el trasfondo… ¡ah, el trasfondo! Anatema versa sobre el conflicto entre ciencia y poder, y dentro de la ciencia, de la pugna entre idealistas y platónicos. Entre quienes postulan que la realidad es subjetiva –un proceso inseparable del aparataje que utilizamos para describirlo- y los que se ciñen a un realismo epistemológico –lo que ves es lo que hay, solo que contenido en un inmenso fractal de multiversos-.
Pero por muy buenas ideas que contenga, una historia es algo que le pasa a alguien en un determinado contexto. En Anatema, lo que le pasa al “avoto” Erasmas es, inicialmente, un revuelto de El nombre de la rosa, Harry Potter y las aventuras de Lobsang Rampa; le sigue un thriller en términos filosófico-científicos y se culmina en una trepidante película de mamporros galácticos, con un par de subtramas de por medio. En un mundo en el que la ciencia vive apartada del mundo en conventos agnósticos, un grupito de novicios empieza a investigar la oscura herejía de un viejo maestro. El viejo mundo de Arbre ya no volverá a ser igual.
Concluyo recomendando la excelente edición de Ediciones B con una impecable traducción de Pedro Jorge Romero.
Luis Besa
La isla de cemento, de J. G. Ballard
El viaje interior de Robert Maitand es una historia perfecta para leer durante las vacaciones. En esta obra descubrimos todo el desprecio por la vida que puede ofrecer la ciudad. La deshumanización del entorno, el dolor de la soledad y el abandono, la falta de asideros que el hombre tiene cuando toda su vida se limita a ser un espectador. Maitand, aislado con sus propios demonios interiores en una isla de cemento, comparte su ausencia de sentimientos con los olvidados, con los que nadie debe conocer. Al mismo tiempo este paréntesis en su vida le permite verse a sí mismo como realmente es, no como quiere ser visto por los demás. Y en la playa, bajo un sol abrasador, medio desnudos, escondidos en un refugio de sombra efímera sosteniendo este libro –o el lector electrónico– entre nuestras manos sudorosas, nosotros mismos emulamos esa lucha de Maitand por sobrevivir en un entorno desconocido y agresivo. Nosotros mismos nos sentimos alienados y nos vemos como supervivientes, como luchadores. Como veraneantes.
Santiago Eximeno
El día de los trífidos, de John Wyndham
La primera vez que disfruté El día de los trífidos fue durante mi adolescencia en una adaptación al cómic: su arranque me pareció el más potente que había leído hasta entonces. Hoy es una de mis favoritas del género. Publicada en 1951 por John Wyndham, creador también de The Midwich Cuckoos (Los cuclillos de Midwich; El pueblo de los malditos), esta historia apocalíptica ha sido “reinterpretada” muchas veces, incluso por un Nobel como Saramago en su Ensayo sobre la ceguera…
Los trífidos son híbridos de planta y animal, cultivados para explotación comercial pero con movilidad e inteligencia. Poseen una especie de látigo con el que atacan a los ojos pues la visión es la gran ventaja de los humanos sobre ellos. Un biólogo británico, Bill Masen, sufre su ataque e, ingresado en un hospital, el vendaje le salva de contemplar un espectacular fenómeno atmosférico que deja ciega a casi toda la Humanidad. Enfrentado a un Londres dantesco, lleno de ciegos desesperados y fácil presa de los trífidos desbocados, acaba liado con una joven novelista, Josella Payton, que se salvó de la ceguera gracias a una resaca. A partir de ahí, la historia es un carrusel de aventuras basadas en la mera supervivencia en un mundo que se desmorona.
Mi frase favorita: muchos personajes esperan la ayuda de EE.UU., como en la Segunda Guerra Mundial, pero uno de ellos advierte: “Mejor intente imaginar un mundo sin americanos”.
Pedro Pablo G. May
Dista mucho de ser un libro redondo. Resulta confuso en ocasiones y cuesta trabajo -si bien eso es deliberado- empatizar con los personajes. Pero el nivel de especulación, la cantidad de ideas interesantes que lanza a la cara del lector, las inquietantes reflexiones que sugiere el texto y la falta de concesiones a un final consolador la convierten en una novela nada desdeñable. Ciencia ficción especulativa de primer orden. Y, probablemente, una de las pocas ocasiones en las que el género ha sido capaz de mostrar un alienígena auténticamente no humano -ni en su morfología ni en sus procesos mentales- y totalmente creíble.
Quizá no es la novela de “primer contacto” definitiva. Pero se le acerca mucho.
Rodolfo Martínez
Los muertos, de Jorge Carrión
Recomiendo para este verano Los muertos, de Jorge Carrión, por numerosos motivos.
En primer lugar, es una novela reciente y un buen comienzo para engancharse desde sus comienzos a la obra de un autor que, sin duda, va a proporcionarnos más obras interesantes.
En segundo lugar, se trata de una novela que puede leerse como mero entretenimiento, pero que favorece también la reflexión si al lector le interesa. Durante el verano, uno puede dedicarle más tiempo a sacarle niveles de lectura y a comentarla con gente cercana.
Por si fuera poco, es una novela que habla de otras novelas, de películas, de series… y esas ganas de adentrarse en todas esas otras alternativas pueden ser una excelente manera de convertir su lectura en la experiencia de un verano: «Empecé leyendo Los muertos y, claro, me tuve que poner otra vez con Blade runner y Los Soprano y ya seguí con otras…».
Ya en cuanto a sus virtudes destaco la enorme originalidad del mundo creado —una ciudad en la que las personas no nacen, sino que aparecen con señales de haber muerto, en su mayoría, de forma violenta en otra vida—, los juegos de metaficción, las misteriosas intrigas, las reflexiones sobre las teleseries y los numerosos guiños.
Es el momento idóneo para una novela que se convirtió en uno de los referentes narrativos en el momento de su publicación, en un tema frecuente de conversación literaria y, seguramente, en una poderosa influencia para la futura narrativa española de género.
Fernando Ángel Moreno
Las partículas elementales, de Michel Houellebecq
Mi propuesta es esta, la mejor novela de Michel Houellebecq, que, voy avisando, como es habitual rebosa tristeza y pesimismo existencial a borbotones. Mis razones para elegir este libro son, principalmente, dos. En primer lugar, lo recomiendo por su carácter literario, una mezcla (permítanme la ligereza) de Aldous Huxley y Henry Miller. En sus páginas van a encontrar una reflexión sobre el sentido de la vida y nuestra condición como animal social que, cuidado, les va a traer tanta luz al entendimiento como oscuridad al alma. La contraposición entre el cientificismo del frío Michel, tan cercano al extranjero Mersault de Albert Camus, y las vivencias de su hermano Bruno, personaje entregado a fondo al hedonismo sexual, arroja una visión desesperanzada de nuestra condición humana.
En segundo lugar, porque creo que se trata de una lectura de cierta actualidad. En sus páginas, Houellebecq no sólo profundiza en la condición humana, sino también en la social, y ahí se despacha como suele, sin compasión, cargando en este caso contra la generación del 68, antiguos revolucionarios que décadas más tarde conformaban la burguesía más reaccionaria de la República. La degradación del carácter revolucionario es una advertencia a tener en cuenta en estos días del 15M, movimiento al que algunos cronistas han querido ver como una puesta al día del mayo francés, motivados quizás por la actitud de algunos núcleos duros con pretensiones propias, bastante alejadas de los intereses generales de la protesta. Quizás leyendo este libro tengan las cosas más claras.
Santiago L. Moreno
Brave New Worlds, de varios autores
Se echaba de menos una antología que agrupara la flor y nata de la distopía, una de las subdivisiones más reconocibles y características de la ciencia ficción, bajo cuya bandera navegan buques insignia del género tan emblemáticos con 1984 o Fahrenheit 451, sin olvidar la novela de Aldous Huxley cuyo título original en inglés inspira el de esta colección, Un mundo feliz.
Tras recopilaciones tan notables como Wastelands, Federations o Zombies, el prolífico editor John Joseph Adams sigue haciendo gala de su buen hacer al reunir una treintena de relatos entre los que se encuentran desde clásicos indiscutibles como “The Lottery”, “The Minority Report” o “«Repent, Harlequin!» Said the Ticktockman” (de Shirley Jackson, Philip K. Dick y Harlan Ellison, respectivamente), a muestras del trabajo de valores contemporáneos como Alex Irvine (“Peter Skilling”), Genevieve Valentine (“Is This Your Day to Join the Revolution?”) o Paolo Bacigalupi (“Pop Squad”).
Un reparto de lujo, en definitiva, para una colección poco menos que imprescindible, digna de ocupar un lugar destacado en nuestras estanterías. El remedio ideal contra los excesos de complacencia y optimismo infundado tan propios de estas fechas, donde el sol, la playa y la montaña se alían para pintarnos la vida de un engañoso tinte rosáceo.
Manuel de los Reyes
La broma infinita, de David Foster Wallace
Para algunos el verano es el momento de acercarse a libros más ligeros, de esos que llaman «de leer en la playa». Para mí, con más tiempo libre disponible y menos preocupaciones, es el momento de abordar obras que exigen algo más al lector. Por eso mi recomendación puede resultar excesiva, pero no encuentro mejor época del año que las vacaciones para atacar La broma infinita, de David Foster Wallace.
No es un libro fácil, no tiene un argumento definido y a muchos les parecerá una gigantesca y lisérgica ida de olla, pero la obra magna del tristemente desaparecido Foster Wallace es un retrato ácido y corrosivo de EEUU y el american way of life. ¿Y lo más interesante para el lector habitual de esta web? Todo ello pasado por el tamiz desquiciado de un futuro imposible en el que gigantescos basureros radiactivos, terroristas quebequeses en sillas de ruedas y una cinta de vídeo que es tan entretenida que convierte en vegetal a todo aquel que la ve conviven con reuniones de Alcohólicos Anónimos y una elitista academia de tenis.
Con notas al pie dentro de notas al pie, millones de personajes y muchas más preguntas que respuestas cuando acabas sus páginas, La broma infinita no es recomendable para aquellos que busquen aventuras y entretenimiento sin complicaciones, pero para los que sean fanáticos de Thomas Pynchon, Philip Roth y la literatura estadounidense contemporánea en general es de esos libros que HAY que leer. ¿Qué mejor momento que ahora para ponerse a ello?
José Ramón Vázquez
Anatema me encantó, aunque lo de la naturalidad de Stephenson … naturalidad dentro de lo geek, porque fuera les debe sonar a chino mandarin :-P
La antología de Brave New Worlds me dejo decepcionado. Muchos de los cuentos no pasan de panfleto político que, a base de poner al contrario como Satanás, ya tiene tres cuartas partes (mal)resueltas. Algunos son buenos pero otros son demasiado predecibles – para mi una buena distopía tiene que darte a entender como es que la gente de esa sociedad, o algunos, la han montado y por que y como lo viven … y ya digo, en esta hay muchos cuentos en los que la respuesta es «son unos fachas malvados que tienen orgasmos multiples cuando matan gatitos».
Visión Ciega, lei un poco por la web ¿(estaba publicada como Creative Commons o algo? ¿O era una promoción? No se) Y lo deje por no se que razón. Bueno, puede que fuese porque apartando algunos defectos menores es excelente, pero las ideas en las que gira son tan deprimentes y aterradoras… esta es de esas obras que, sacandole cierto cascarón «de género» que se ponen, quizas, por que sí, se aleja de lo predeciblemente aventurero y los clichés para tomar temas científicos de actualidad y especular de verdad con ellos. Pero lo dicho, precisamente por enfocarse en esos temas y usarlos como lo usa, para mi, esta mucho mas cercano al terror. Tendré que terminarlo algun día que me encuentre de muy buen humor :-P
Y gracias por las recomendaciones mas «fuera de género» – la de Houellebecq no me termina de convencer pero la de Wallace si que me intriga.
La broma infinita como lectura de verano sí que es una broma infinita. Como propósito de año nuevo sería mucho mejor ;)
Latro: el efecto que describes es la razón por la que en _Visión ciega_ usamos la siguiente cita «promocional»:
«Cuando siento que mis ganas de vivir se vuelven demasiado intensas, leo a Peter Watts.»
James Nicoll
Y sí, Watts tiene el libro en su web para descargárselo gratuitamente (en inglés, claro).
Recomendar «La broma infinita» para acercarse a Foster Wallace me parece una burrada. Empezar con Foster Wallace, acercarse a su mundo lleno de lucidez, sarcasmo, es mucho más recomendable con «Algo supuestamente divertido» (en versión no bolsillo, que si no se pierde uno los ensayos) o, sobre todo creo, «Hablemos de langostas».
Yo recomiendo mil cosas. Recomiendo acercarse a «La chica mecánica», recomiendo los libros de Brandon Sanderson como lectura ligera y divertida de verano, recomiendo leer el «Little Brother» de Doctorow.
Discrepo completamente. Comenzar con «Algo supuestamente divertido» no es ninguna preparación para «La broma infinita». Yo empecé precisamente al revés y me fue bastante bien. La mejor preparación para «La broma infinita» es tener voluntad de leer algo muy diferente y dejarse llevar sin pretensiones.
La mejor preparación para La broma infinita es El arco iris de gravedad. :)
Mi idea era ponerme con El arco iris de gravedad este verano, pero como va a ser más bien viajero en lugar de relajante me conformaré con otras cosas.
Hombre, no sé. Si un preparatorio es un libro de 1600 páginas, de las cuales 300 son pies de nota… Es como decir que para prepararte para el sexo es [CENSURA DE LA METAFORA]
Creo que la cuestión no es precisamente el número de páginas, sino la manera de habituarse a una forma de narrar, No me parece mal consejo, dejando aparte la evidente ironía de Kaplan. :P
Joder, forma de narrar y que ahí está lo más paranoico y esquizofrénico de Foster Wallace en toda su carrera. Esto es como decir que empieces con Pynchon por «El arcoiris de la gravedad» en vez de por «La subasta del lote 49″… ah, espera, que es lo que habéis hecho :P
Que esto es lectura, que no son retos personales, coño.
Latro dijo;
«Muchos de los cuentos no pasan de panfleto político que, a base de poner al contrario como Satanás, ya tiene tres cuartas partes (mal)resueltas. Algunos son buenos pero otros son demasiado predecibles – para mi una buena distopía tiene que darte a entender como es que la gente de esa sociedad, o algunos, la han montado y por que y como lo viven … y ya digo, en esta hay muchos cuentos en los que la respuesta es “son unos fachas malvados que tienen orgasmos multiples cuando matan gatitos”
Había leído hace poco «Pump Six» de Bacigalupi y no me había gustado, no sabía expresar correctamente la razón. Gracias a tu párrafo, sólo tengo que añadir un exceso de sensiblería y cierta falta de sentido del humor para entender porque no me gustaron nada «The Fluted Girl», o «Pop Squad», el relato de esta antología, por poner dos ejemplos. Joer, es que clavas los defectos de «Pop Squad».
Una lecturilla «intrascendente», «de verano», que he terminado hace poco, es «Soon I Will Be Invincible», de Arthur Grossmann, una divertida novela sobre superhéroes que, lamentablemente, descarrila en la parte final.
Y apoyo sin reservas «Visión ciega» y «Las partículas elementales».
Yo recomiendo, de paso, Scaramouche. No la había leído hasta ahora y me lo he pasado como un enano con este folletín que es a la vez parodia del folletín. Pero como un enano. Es como la versión Jerry Bruckheimer de «Historia de dos ciudades».
Yo decía en serio lo de empezar por Pynchon para llegar a Wallace. Lo de los retos… Pues según se lo tome cada uno, claro.
Pero es lógico, como empezar por Cortázar para llegar a Pynchon. Tampoco es imprescindible, pero es una buena guía.
Y lo de «evidente ironía» sigue en pie.
Ah sí, me faltaba lo de «¡coño!». ;)
Me uno, por cierto, a la excelente recomendación de Scaramouche. Imprescindible.
«Nació con el don de la risa y la creencia de que el mundo estaba loco.»
Bueno, dado que Fernando Ángel me acaba de robar la cita que pensaba poner, me uno sin más a la recomendación de Scaramouche.
Y me ha encantado eso de que es la versión Bruckheimer de Historia de dos ciudadades.
Algún día debemos escribir una novela a cuatro manos, Rudy. Nos interesarían los mismos temas y usaríamos las mismas imágenes y citas. Yo me aprovecharía de tu quehacer, por supuesto, pero está en la naturaleza de los críticos, ya sabes… Como los escorpiones que cruzan ríos sobre lomos de ranas. :P
¡Jajajaja!
Artículo de Julián Díez sobre el cuento actual (con inclinación fantástica):
http://www.cincodias.com/articulo/sentidos/cuento-sirve-todo-ano/20110810cdscdicst_1/
Cielo santo! No me he leido ninguno de los libros señalados!!!
Me temo que debo suplir de inmediato tal carencia…
Supongo que empezaré por J. G. Ballard, que ya tenía ganas.
Un abrazo
Ninguno me llama la atención, excepto por el de Stephenson e inexplicablemente el de Watts. Tanta depresión junta no hace bien, de eso estoy segura, en especial cuando la depresión ya abunda en el mundo real y las decepciones políticas se apiñan sobre las sociales y las afectivas y las personales. Sin embargo, supongo que conocer a un buen alienígena puede que sea suficiente razón para entrar en la lectura de Watts.
Por cierto, El día de los trífidos me parece una lectura como «básica», de esas que no he cumplido aún pero que sé que cumpliré algún día, ¿no? ¡Es tan… ciencia ficción!