Dos preguntas (y algunos balbuceos) sobre universos literarios y de ciencia ficción

¿Qué es un universo, cuando hablamos de un relato de ciencia ficción?

No encontré hasta ahora una definición que me satisficiera y, aunque me considero un creador de universos (de ciencia ficción), no estoy seguro de poder dar una definición clara, que no esté llena de reglas ad hoc y excepciones. Pero tal vez podamos aproximarnos a una idea si intentamos definir qué cosas deben ser abarcadas por ese universo:

  1. El ambiente (escenario, entorno), en que se desarrolla el relato.
  2. Las características de los personajes. No sólo las físicas, sino también las mentales, las sociales y las psicológicas.
  3. El tono y el punto de vista (y a menudo el narrador mismo, si lo consideramos un personaje).
  4. El conflicto debería ser propio de ese universo, o al menos estar fuertemente teñido por la óptica que impone ese universo.

¿Cuándo está maduro un universo?

Al crear el universo narrativo al que hacemos referencia en la pregunta anterior, o al evaluar como lectores el universo que crearon otros, se suele confundir “detalle” con “madurez”. Si en un cuento se detalla la evolución de las sociedades desde nuestros días hasta un lejano futuro, solemos pensar que ese universo está maduro, porque fue muy meditado. Sin embargo, me parece que ésa no es la medida con que debería medirse la madurez del universo.

Propongo entonces dos factores para medir la madurez de un universo de ciencia ficción. Habrá otros:

  1. La autonomía que ese universo tenga respecto de la realidad. Si las reglas explícitas o implícitas del universo están claras, ese universo se escinde limpiamente de nuestra realidad cotidiana. Eso no significa que no dialogue con ella en el relato, pero de algún modo, como lectores, vamos a sentir que el nuevo universo podría existir aún si nuestra realidad no existiera. Sostengo que es posible, sobre todo en los cuentos cortos, delinear un universo “maduro” con unas pocas pinceladas. Y, aunque parezca paradójico, no es necesario que el autor del universo demuestre en todos sus puntos esa completitud. Esto sucede sobre todo cuando se comparten universos: Un autor crea un universo, y luego viene otro y escribe sobre el mismo, entendiendo o intuyendo las reglas de ese universo, e inclusive deduciendo nuevas posibilidades a partir de las que ya existen. Para citar un caso concreto, podemos hablar de “Soñando del revés” de Eduardo Vaquerizo (Artifex 5, segunda época), ambientado en el universo de Oniris.
  2. Otra posible prueba sobre la madurez de un universo es si, parados en ese universo (son sus personajes, sus entornos, sus puntos de vista y en los conceptos propios de ese paradigma), se pueden lograr metáforas que le sean propias. Son imágenes que utilizan elementos de ese universo, pero que remiten a otras ideas de ese universo.

Para que se entienda esto, creo que es mejor explicarlo por el camino inverso. ¿Qué sería una metáfora no propia del universo? Hay un ejemplo, ya no en el campo de la ciencia ficción, sino en el de la fantasía (pero sirve para entender la idea), en El Hobbit, de J.R.R. Tolkien. En un momento dado, los personajes están cruzando las Montañas Nubladas, sufriendo el frío, el embate de la tormenta, el probable acecho de las criaturas malignas y algún que otro desmoronamiento. Entonces, Bilbo alcanza a ver a los gigantes de piedra. “¡Esto no irá bien! —dijo Thorin—, Si no salimos despedidos, o nos ahogamos, o nos alcanza un rayo, nos atrapará alguno de esos gigantes y de una patada nos mandará al cielo como una pelota de fútbol”. Probablemente la elección de Tolkien, dado que se trata de un relato infantil, sea adecuada: es una metáfora sencilla y muy gráfica. Pero de alguna manera esa metáfora siempre me molestó, y ahora sé por qué: hace que todo el universo tolkeniano pierda fuerza en esa frase, en la medida que necesita parasitar nuestra experiencia cotidiana (hasta ese momento no se menciona que el fútbol esté incluido en el universo de la novela).

Pasa lo mismo en los universos de ciencia ficción. A la luz de estas premisas, por ejemplo, ¿cómo juzgarían el comienzo de Neuromante, de William Gibson? “El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto”.

Me parece provechoso para el autor buscar estas metáforas, porque al expresar ese universo en sus propios términos, se logra que el lector quede inmerso en él. Es una búsqueda que puede resultar interminable, claro.

De todos los relatos que escribí, hay una frase que me produce mucho orgullo. En esa frase, que pertenece a "La canción de Maguerra", creo que logro rozar esta idea de metáfora intrínseca. La escena se ubica en un mar de polvo de una luna de un planeta lejano: una criatura (un gusano de decenas de metros) es atacada desde la superficie. Esa criatura no tiene ojos, ni olfato, ni un corazón que palpite, y no puede sentir temor como lo sentimos nosotros. Su conexión con el mundo se da a través de las ondas vibratorias (sonido) y de las ondas electromagnéticas que emite un púlsar (esas pulsaciones conforman la canción de la que habla el título). De hecho, esa canción es lo más parecido a un latido que tiene este extraterrestre con forma de gusano: mientras la perciban, pueden vivir. Como dije, unos seres más pequeños, pero que atacan en cardumen, se lanzan sobre la criatura desde la superficie. La frase dice: “Lo último que supo fue que un silencio pavoroso había eclipsado su rítmico cielo de polvo”.

Por supuesto, estas ideas están abiertas a debate. Seguramente encontrarán numerosos ejemplos a favor o en contra. La idea, en todo caso, es lanzar el tema de los universos de ciencia ficción a la palestra.

4 comments

  1. Estoy básicamente de acuerdo. Además coincide en líneas generales con una propuesta que no se ha rebatido aún: la de «mundos posibles» de Lubomir Dolezel en su libro «Heterecósmica» y en los artículos incluidos en el libro editado por Antonio Garrido: «Teorías de la ficción». Te recomiendo además de ese libro el artículo de Harshaw, donde encontrarás ideas para completar tu teoría. Lamentando la autocita, pero necesaria por la estrecha relación y por si te interesara cotejar, te comento que en breve sale un artículo mío donde llego a conclusiones similares por otros caminos: «Sobre la naturaleza ficcional de la ciencia ficción: aportaciones teóricas para su estudio». Aparecerá en una revista científica venezolana, sin distribución en otros países latinos, así que si te interesa puedo hacértelo llegar.
    Pero, en general, estoy de acuerdo. Me parece muy importante, por ejemplo, la idea de que el conflicto esté teñido con la óptica de ese universo. Hace años que lo defiendo en otros términos. Considero que el conflicto debe ser un símbolo implícito de lo que el universo plantea, una especie de sublimación de ese universo. Así lo plantean, por ejemplo, muchos novelistas y desde luego los buenos guionistas de cine, a menudo conscientemente.
    El problema de todas estas interrelaciones (la forma interior, en términos teóricos) es que se busque demasiado y el texto se agarrote, ¿no estás de acuerdo?
    Para la idea de la metáfora, hay mucho, pero a mí me sirvió bastante «La metáfora viva», de Paul Ricoeur. Tiene unos añitos, se ha escrito bastante más, pero a mí me dio muchas ideas.
    Felicidades por el texto.

  2. Muchas gracias. Desde luego, me interesa mucho tu aporte (me fascina que por caminos distintos lleguemos a conclusiones parecidas). Y prestaré atención a la bibliografía que me citás, aunque dudo que la encuentre en Buenos Aires. De todos modos, podemos seguir en contacto: alealo@arnet.com.ar

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