Entrevista a Paolo Bacigalupi

El escritor Paolo Bacigalupi aterriza en España precedido de la espectacular ristra de premios cosechados por su primera novela, La chica mecánica, sin duda uno de los debuts literarios más aclamados tanto por los lectores como por la crítica en los últimos años, y no sólo dentro del ámbito de la ciencia ficción. ¿Pero qué puedes contarnos acerca del escritor Paolo Bacigalupi antes del tremendo éxito de La chica mecánica? ¿Qué pasos guiaron tu carrera profesional hasta la publicación de una obra tan revolucionaria?

Como escritor, tardé bastante tiempo en lograr que mis esfuerzos se vieran recompensados. Todavía recuerdo cuando era joven y estaba convencido de que iba a publicar mi primera novela y conseguir un éxito fulgurante antes de cumplir los veinticinco. Reconozco, no sin cierto rubor, que me poseía por aquel entonces un orgullo descomunal, pero mentiría si dijera que no confiaba ciegamente en mis posibilidades.

Lo cierto es que presenté cuatro novelas que cosecharon otros tantos rechazos, y me pasé trece años seguidos escribiendo antes de vender La chica mecánica, así que me temo que el elevado concepto que tenía de mí mismo y la realidad andaban algo desacompasados. Escribir resultó ser mucho más difícil y sacrificado de lo que me imaginaba. Al volver la vista atrás y rememorar todo aquel esfuerzo, todas aquellas cartas de rechazo, etcétera, dudo que mi antiguo yo, tan egotista, se hubiese embarcado en esta empresa de haber sabido lo que lo esperaba. Así las cosas, encajé cada negativa como una valiosa lección, y logré retener la dosis de optimismo suficiente para no tirar la toalla. Cada vez que echaban para atrás una de mis novelas me sentaba a reflexionar sobre qué debía de haber hecho mal, por qué ese libro en concreto no funcionaba, y a continuación me embarcaba en el siguiente proyecto e intentaba poner en práctica todo lo que pensaba que me había enseñado la experiencia. Hasta que volvían a decirme que no. Y así una y otra vez.

Cuando sumaba ya cuatro novelas rechazadas, desistí de mi empeño. Dedicar un par de años a un libro y ver cómo todas aquellas editoriales lo ninguneaban era demasiado triste y deprimente. Pero me seguía gustando la escritura y no quería renunciar a ella, así que me puse a escribir relatos. Me dije que un cuento rechazado sólo me habría costado uno o dos meses de trabajo, no un año entero o más, y ésa era una derrota que me veía capaz de encajar. Lo que sucedió a continuación fue que aquellos relatos empezaron a venderse y a acumular críticas positivas prácticamente de inmediato. «The Fluted Girl» fue seleccionado para varias antologías de «lo mejor de», y «El pueblo de arena y escoria» obtuvo sendas nominaciones a los premios Hugo y Nebula. Era como si todos los errores que cometía al escribir mis novelas se transformaran en virtudes cuando me ceñía al formato breve. Así que seguí escribiendo historias cortas, y éstas siguieron cosechando menciones en distintos premios, e incluso ganaron algunos de ellos, y cuando me quise dar cuenta, mi ego había vuelto a aflorar a la superficie y empezaba a contemplar la posibilidad de afrontar otra novela. Como curiosidad, cuando por fin terminé La chica mecánica y se la envié a todas las grandes editoriales, la acogida que éstas le dispensaron fue tan indiferente como siempre. De no ser por un pequeño sello de San Francisco, lo más probable es que no se hubiera publicado nunca.

Sería tentador catalogar La chica mecánica como otra distopía más, del montón, una advertencia escrita con elegancia pero no por ello menos ominosa sobre la amenaza de las multinacionales y la poco menos que omnipresente influencia que ejercen sobre nuestro día a día. Ahí están la codicia y la crueldad de grandes empresas como AgriGen, cierto, pero hay otros temas más profundos y humanos enterrados en los trasfondos vitales de su ecléctico elenco de personajes, lo que despliega todo un nuevo abanico de temas ante el lector conforme se suceden los capítulos. La desamparada «chica mecánica» que da título a la novela, Emiko; el taimado tarjeta amarilla, Hock Seng; o el noble ex luchador de muay thai convertido en capitán de los camisas blancas, Jaidee Jojjanasukchai, todos ellos desempeñan una función igual de importante a la hora de impulsar el argumento de La chica mecánica. ¿Realmente tenías todos estos personajes en mente cuando empezaste a escribir el libro, o fueron surgiendo a medida que la trama se volvía más complicada y rica en matices?

Sí que estaban allí desde el principio, o cuando menos se materializaron sobre el papel en borradores muy tempranos. Tenía prototipos de Emiko, Hock Seng y Anderson Lake en mente desde la primera página. Jaidee empezó siendo un antagonista que evolucionó hasta convertirse en algo mucho más interesante. También es cierto que, en sus primeras manifestaciones, todos los personajes eran tremendamente planos. No comenzaron a cobrar vida, a detallarse sus trasfondos y objetivos, hasta que empecé a retocar una y otra vez el manuscrito, y antes de darme cuenta ya estaban conduciendo la historia en direcciones que jamás se me hubieran pasado por la cabeza, aunque ahora me parecían más lógicas y consecuentes que los arcos originales que había creado para ellos.

Durante la mayor parte del proceso de escritura me guío tan sólo por una idea aproximada del destino al que me gustaría llegar. Quizá haya un par de escenas bien definidas, alguna impresión o concepto determinado que me atraiga especialmente, la noción bosquejada de un destino final, pero es como si en última instancia mi trabajo consistiera en insuflar vida y dimensión suficientes a los personajes y su mundo para permitirme creer en ellos y dejar de considerarlos simples títeres sometidos a mi voluntad. Tarde o temprano llega el momento en que puedo confiar en mis protagonistas, cuando las vivencias y los conflictos que acumulan consiguen dotarlos de personalidad propia. Es entonces cuando sé que serán capaces de impulsar la trama por sus propios medios; cuando empiezo a pensar que no estoy inventándome sus historias, sino que me limito a documentarlas.

El escenario donde transcurre la acción es una hipotética Tailandia futura. Tengo entendido que te habías embarcado en un largo viaje por el sudeste asiático cuando la idea de La chica mecánica empezó a germinar en tu imaginación. ¿Hasta qué punto dirías que aquellos viajes influyeron o inspiraron los acontecimientos que se describen en la novela?

Nunca es fácil precisar con exactitud qué fue lo que inspiró una novela en su totalidad, pero recuerdo perfectamente de dónde surgieron algunos de los temas que pueblan las páginas de La chica mecánica. Emiko se instaló en mi imaginación gracias a una azafata japonesa con la que coincidí en un vuelo a Tokio, una chica cuyos movimientos sincopados me parecieron completamente surrealistas. Todos sus gestos eran estilizados y robóticos, lo que le confería un aspecto muy peculiar, como si estuviera participando en algún cosplay, fue algo que se me quedó grabado. Otras influencias surgieron de hechos de actualidad. Me preocupa, por ejemplo, cómo las grandes corporaciones agrícolas desarrollan cada vez más productos modificados genéticamente, y el celo con que protegen sus derechos de propiedad intelectual. Puesto que vivo en una zona en la que abundan los cultivos orgánicos, muchos de mis amigos andan siempre preocupados por lo que puedan tramar Monsanto y demás empresas por el estilo.

Otros elementos del libro surgieron de experiencias que me han abierto los ojos durante el transcurso de mis viajes. Las plagas desarrolladas genéticamente de La chica mecánica, como la roya y la cibiscosis, se me ocurrieron mientras recorría Hong Kong y el sur de China, en pleno estallido del último brote de SRAS. Hubo un momento en que todos pensamos que teníamos una pandemia entre manos y no íbamos a saber controlarla. Aquella incertidumbre motivada por la enfermedad y el concepto de un agente biológico descontrolado se introdujeron en el mundo que estaba construyendo. En otra ocasión, durante una estancia de visita en la casa de un amigo con negocios en Laos, alguien secuestró a su socio. El tipo sencillamente se esfumó. Desapareció sin dejar ni rastro. No hemos vuelto a saber de él, y aunque fue espantoso ver cómo podía ocurrir algo así, también supuso un recordatorio ejemplar de que, en la vida real, los malos no se andan con chiquitas. Aquello terminó influyendo en un montón de los acontecimientos descritos en La chica mecánica, porque me di cuenta de que mi historia era demasiado amable en comparación con la realidad cotidiana del sudeste asiático donde pretendía ambientarla.

Mi primera toma de contacto con tu obra fue «The People of Sand and Slag», incluido en la antología de J. J. Adams, Wastelands: Stories of the Apocalypse («El pueblo de arena y escoria», revista Cuásar 50-51), relato que me animó a adquirir Pump Six and Other Stories. Mientras leía esa antología, recuerdo con toda claridad que pensé que había reminiscencias de los primeros trabajos de Harlan Ellison en tu prosa y en la recurrencia de algunos temas. Otros críticos han descrito tus historias como herederas del estilo de William Gibson. ¿Leías mucha ciencia ficción antes de convertirte en escritor de género? ¿Qué autores se cuentan entre tus principales influencias?

Siempre he leído un montón de ciencia ficción: Robert Heinlein, Ursula K. LeGuin, William Gibson, Michael Swanwick, Neal Stephenson… todos me han influido. De LeGuin aprendí que se podía escribir sobre conceptos realmente ambiciosos en vez de limitarse a dejar que los personajes siguieran unas pautas marcadas de antemano por el guión, y Gibson me enseñó a superponer capas y más capas de detalles hasta obtener un mundo lo más realista posible. Pero también sigo a autores como J. G. Ballard, Hemingway, Cormac McCarthy, Graham Greene o Isak Dinesen. Analizo constantemente la obra de otros compañeros de profesión en un intento por averiguar cómo hacen lo que hacen, sin limitarme a obras en exclusiva del género. Sospecho que muchos escritores comparten esta manía.

La inocentada del pasado 1 de abril, Fools’ Day, en varios portales de ciencia ficción rezaba: «Los aclamados escritores Paolo Bacigalupi y Peter Watts han anunciado hoy que están trabajando en una antología que girará en torno a un universo compartido.» El nombre de Ted Chiang aparece también en la (triste y lamentablemente) paródica nota de prensa. Puesto que se trataba de una broma, por desgracia, me abstendré de preguntar si la ominosa historia de «Tierra Cero» tiene la menor posibilidad de ver la luz algún día. En vez de eso, lo que me gustaría saber es si realmente estás familiarizado con la obra de los antedichos Watts y Chiang, además de otros posibles escritores de ciencia ficción contemporáneos. En otras palabras, ¿qué lee Paolo Bacigalupi cuando no está escribiendo?

Sí que estoy familiarizado con ellos. Siento una predilección especial por la obra de Ted Chiang, de quien me gustaría aprender a emular la humanidad y la calidez que impregnan gran parte de su obra. Pero para ser franco, casi todo lo que leo en mi tiempo libre hoy en día es literatura no novelesca. Cosas como The Song of the Dodo, de David Quammen, que versa sobre la biodiversidad y la extinción de las especies; o Murder City, de Charles Bowden (La ciudad del crimen, ed. Debate), sobre los asesinatos relacionados con el narcotráfico en Ciudad Juárez; o Doubt is Their Product, de David Michaels, que explica cómo la industria manipula la ciencia y la opinión pública sobre ella a fin de obtener los máximos beneficios. Lo que busco son ventanas al mundo que me permitan entender qué está pasando ahora, para así poder extrapolarlo y teorizar sobre qué podría pasar más adelante.

Tras el éxito de La chica mecánica publicaste Ship Breaker, una distopía juvenil que ya ha empezado a cosechar su propia serie de premios y está convirtiéndose rápidamente en título habitual en las listas de lecturas recomendadas por los centros educativos a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Se diría que las distopías y la literatura juvenil hacen buena pareja últimamente, con éxitos de ventas como Los juegos del hambre de Suzanne Collins o Traición de Scott Westerfeld acaparando los elogios de aficionados de todas las edades. ¿Por qué crees que la ciencia ficción, sobre todo la más oscura y pesimista, resulta hoy en día tan seductora para los lectores más jóvenes?

Me gustaría creer que esos hipotéticos mundos siniestros reflejan de alguna manera la inseguridad que sienten los adolescentes sobre sus perspectivas de futuro porque, sinceramente, el legado que vamos a dejarles a las próximas generaciones tiene un aspecto espantoso, y comprendería su preocupación. Lo que me temo, por desgracia, es que los jóvenes se limitan a leer este tipo de historias brutales y repletas de acción por la mezcla de consternación y aventura que contienen, igual que los adultos vemos programas de televisión como COPS, o asistíamos a combates de gladiadores en su día. Es algo que nos produce una suerte de catarsis voyeurista a los habitantes del primer mundo, cómodamente instalados en nuestras plácidas vidas.

Acabas de publicar una novela corta titulada The Alchemist, vinculada a The Executioness de Tobias S. Buckell. ¿De dónde surgió la idea de este proyecto de «dos hombres, dos libros»? Y, corrígeme si me equivoco, pero creo que ésta es tu primera incursión en el ámbito de la fantasía. ¿Supuso una experiencia distinta con respecto a escribir ciencia ficción? ¿Veremos más novelas de fantasía firmadas por Paolo Bacigalupi?

La idea partió de él, y sí, fue mi primer proyecto de fantasía. Toby había estado hablando con Audible.com, una productora de audiolibros, acerca de embarcarse en una empresa poco convencional, y buscaba a alguien con quien trabajar. Somos amigos desde hace tiempo, lo considero un escritor inteligente y muy ingenioso, así que cuando me invitó a unirme al proyecto, acepté encantado. Me apetecía escribir algo distinto de lo que es habitual en mí, y pensé que sería una oportunidad inmejorable de probar herramientas nuevas.

Toby tenía muy claro que quería escribir sobre las peripecias de una mujer de mediana edad que por azar termina convirtiéndose en verdugo, y yo quería jugar con los tropos de la fantasía para hablar de sostenibilidad. Los dos pusimos ideas sobre la mesa hasta encontrar algo que consiguiera proporcionarnos a ambos la mejor manera de lograr nuestros respectivos objetivos. En lo que a novelas de fantasía respecta… no descarto que la acción de mi próxima novela transcurra de nuevo en este mundo, dado que se me quedaron en el tintero algunas ideas que me gustaría explorar en profundidad. El tiempo lo dirá.

15 comments

  1. Yo ya lei la novela en inglés y, con sus defectos que no comentaré por ser destripe, la novela esta muy, pero que muy bien.

  2. En breve tendremos tanto la reseña de «La chica mecánica» como la de «Pump Six» para la sección Una habitación con vistas, dedicada a libros no traducidos al español.

  3. Pump Six and Other Stories es premio Locus 2009 y contiene – entre otros- :

    Pump Six [R], premio Locus 2009.
    The People of Sand and Slag {El pueblo de arena y escoria} [R], 3º Hugo 2005 y finalista Nebula en 2006.
    The Fluted Girl [R], T. Sturgeon 2004 (nominado).
    The Calorie Man [R], premio Sturgeon 2006, 4º Hugo 2006 y finalista del Seiun 2008.
    Yellow Card Man [R], premio Asimov´s 2007, 5º Hugo 2007. T. Sturgeon 2007 (nominado).

    Por lo que parece, incluye lo mejor de la narrativa breve de Bacigalupi.
    Algo así como «La historia de tu vida» de Chiang.

  4. Hombre, «The wind-up girl» podria ser … «La chica de cuerda» … «La chica a cuerda»… vamos, ninguna suena muy bien en castellano.

  5. O a lo Larsson: La chica que funcionaba dándole cuerda. La chica autómata. La joven autómata. La moza a pedales. La chorba dentada. O si no, dale cuerda a la chica como puedas!

  6. Es de agradecer que una editorial no especializada publique el libro, además hasta con un tráiler. ¿Se sabe si alguien va a editar THE CITY & THE CITY de China Miéville?

  7. En su blog, que hemos enlazado en Recomendamos, Manuel de los Reyes comenta que el título vino impuesto por la editorial, así que…

  8. Pues debo ser muy radical, pero si he leído un encantador libro, cuyo título original es ‘The Windup Girl’, pocas ganas me quedan para comprar otro en castellano titulado, por exigencias comerciales, como «La chica mecánica».
    Saludos.

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