Cuando esta web estaba dando sus primeros pasos, Alberto García-Teresa escribió una reseña bastante positiva de la primera novela de Luis Besa, Metaversos. Por los defectos que se señalan en ella, hace unos meses no pude pasar de sus primeras páginas, de ahí que cogiese con una cierta prevención su segunda novela, Ínsula Avataria. Por fortuna el resultado ha sido diferente; su autor soluciona parte de las carencias de su opera prima y, además, ofrece una trama sugerente en un escenario sólido.
Esta se extiende a través de cuatro personajes. Bernardo José Rico, Berni, jefe de seguridad de una megacorporación bancaria de mediados del siglo XXI, el BHL, destituido después del asesinato de Duan Thu, uno de sus directivos. Para que se puedan hacer una idea, Thu era la cara amable de la cúpula del BHL, exdirigente de Amnistía Internacional, gurú new age y eterno candidato al nobel de la Paz. Brazo con brazo junto a Berni está su embarazadísima mujer, Cornelia Pueyo, española emigrada a México que, al perder su estatus, inicia una investigación para descubrir qué hay detrás de la muerte de Thu. Durante sus pesquisas conoce la plataforma Empatyzer, un universo virtual que emula las contiendas más sangrientas de la historia, que en ese momento reproduce la batalla de Somme y donde el ávatar de Thu ha desaparecido el mismo día en que era asesinado. Para echarla una mano contacta con Alonso Aforet, sacerdote salesiano especialista en Tolkien y, a la sazón, experto en el Somme, donde el autor de El Señor de los Anillos estuvo involucrado. Cierra el grupo Óscar Narros, un experimentado usuario de metaversos que desempeña el papel de especialista en cuestiones tecnológicas.
Ínsula Avataria tiene algo de Islas en la red, vista bajo un prisma hispano. Su estructura es la de un thriller que tiene mucho de viaje de descubrimiento hacia una realidad soterrada, ajena a la experiencia de sus protagonistas. Un itinerario donde no faltan los sinsabores, las revelaciones, una cierta impotencia ante la dificultad de la tarea… y giros que abren nuevas direcciones.
Llama la atención el futuro cercano ideado por Besa. Gran parte de la historia se desarrolla en unos México y España concebidos como una extensión de lo que ahora mismo está en proceso. Dos entornos que han alternado el lugar que ocupaban a comienzos del Siglo XXI, donde las políticas neoliberales han compartimentado todavía más sus sociedades y la globalización se ha llevado mucho más lejos. Algo que se puede observar en el talante multicultural de sus protagonistas y los personajes que los rodean.
El punto fuerte de la ficción, el nóvum de Ínsula Avataria, son los metaversos; mundos virtuales mucho más allá de los juegos masivos online cuyas implicaciones sociales, económicas, culturales… Besa desarrolla de forma concienzuda. De hecho los mejores momentos aparecen en dos aventuras en sendos metaversos: una en la mencionada batalla del Somme y la otra en un viaje por mares ignotos a mediados del siglo XV, entre Noruega y Groelandia. Ambas muestran el potencial de tales creaciones, el primero para liberar la agresividad reprimida del día a día de una manera más convencional; una extensión de lo que se puede ver hoy en día en las partidas multijugador de mil y un juegos bélicos. Y el segundo como una simulación de vida que profundiza en el mundo recreado hasta puntos sorprendentes. El feedback entre economía real y economía virtual, el tránsito de capital entre ambas, la nueva legalidad necesaria dentro de sus fronteras, la aparición de las primeras IAs… son aspectos cruciales en el argumento. A veces tratados con humor como, si me permiten un mínimo spoiler, un proyecto de un grupo vasco para crear su propio país independiente en este mundo virtual aprovechando los espacios en blanco que hay en las reglas que lo rigen.
Ambas aventuras funcionan bien como relato histórico y, en el segundo caso, se especula ampliamente sobre las posibles causas que despoblaron Groelandia en este período. Tienen ritmo y la peripecia está bien tramada. De hecho sólo puedo achacarles dos descuidos: quizás la parte del Somme se hace un tanto larga en sus prolegómenos, y el narrador omnisciente a veces da más información de la necesaria. En ocasiones demasiada. Este tema es peliagudo; cuando se utiliza un escenario nuevo el lector puede necesitarla para situarse, y hacerlo a través del clásico diálogo socrático suele ser un abuso. Pero se podría haber aligerado el trasfondo, los datos que se aportan a través de los consabidos párrafos descriptivos que rompen la narración, de manera que esta habría tenido más fluidez y un mayor grado de extrañamiento.
La voz de Besa tiene personalidad. Como comentaba García-Teresa en su reseña, utiliza frases sincopadas y jerga que la dotan de un sabor genuino. Lejos los narradores inanes o desnaturalizados, o de los que viven en el filo de la gramática, apuesta por las oraciones breves casi desnudas de subordinadas y de ornamentos, que muchas veces se puntúan con frases todavía más breves de dos o tres palabras a modo de mini coda. Un estilo en el que abunda el humor, la ironía, el desparpajo, la concisión… que puede resultar excesivo si el lector no acierta a entrar en él.
Sin embargo Ínsula Avataria no tiene una estructura igual de depurada; tengo la sensación de que hay partes que no están del todo bien integradas con el resto, cuando no mal secuenciadas, que se podrían haber movido de lugar o, directamente, eliminado. Es el caso de los textos en primera persona en cursiva que comienzan a aparecer, de manera muy dilatada, una vez transcurrida un tercio de la novela, que apenas tienen relación con lo que ha pasado hasta ese momento y que no serán importantes hasta el tercio final. Es algo que también se me ha hecho evidente en las últimas 100 páginas, el escenario final donde se introduce un nuevo lugar narrativo que podría haber estado bien si no fuera porque gran parte de la historia se la comen las complicaciones de una misión espacial en la que se ve involucrada uno de los personajes y que, en mi caso, no me ha interesado lo más mínimo. Quizás porque los personajes terminan un tanto devorados ante el escenario que se abre ante ellos.
De esta manera, Ínsula Avataria queda como una novela ambiciosa que satisfará especialmente a los que gusten de la ciencia ficción más especulativa o una narración menos convencional de la que suele aparecer en las colecciones especializadas. Un paso importante en la trayectoria de Besa que, esperemos, en su próxima obra logre un acabado más redondo.
Bueno, ya veo que mi modesto manual de instrucciones sobre el lanzallamas Redemann no te acabó de impresionar. :)
Gracias por las flores, mi ego anda crecido hoy. Por lo demás, tienes toda la santa razón. Escribir con cierta personalidad, montar tramas interesantes y un poco de emoción no es fácil pero tampoco es exactamente difícil. Lo difícil, para mí, es ensamblar con naturalidad tramas complejas. Eso es lo jodidamente difícil (cuando, insisto, te vas a tramas de muchos personajes, muchas teclas, ideas complejas, etc…). Hay que ensamblar y a menudo te equivocas o, simplemente, es mucho toro para tan poco torero. Esto es así. La idea, sin embargo, es evolucionar, seguir con la apuesta, prosa cortante (que ya sé que no gusta) y tramas demenciales pero a mejor, tu feed-back es brutalmente necesario para este aprendiz. Gracias.