Entrevista a David Monteagudo

¿Eres lector -frecuente u ocasional- de ciencia ficción, hay escritores del género que te hayan influido?

He leído poca ciencia ficción, básicamente los clásicos más reconocidos, antiguos y contemporáneos que todos podemos imaginar. No me gustan los géneros, en la medida en que se convierten en esquemas más o menos cerrados y previsibles. Pero me encanta la literatura fantástica en general, y considero que la fantasía, o al menos la imaginación -también el sentido del humor- está de alguna manera presente en todas las grandes obras de la literatura. Me gusta mucho, eso sí, el cine de ciencia ficción. Considero que 2001 o Blade Runner –tampoco soy muy original- son películas fundamentales de la historia del cine. De todas formas, la película que más ha influido en Fin es Fin de agosto en el hotel Ozom, que vi cuando era niño y nunca he podido recuperar. Creo que se titulaba así, y estaba hecha en algún país del este.

Existe cierto debate en torno al hecho de si Fin es una novela o no de ciencia ficción. Aunque en el fondo se trate de una cuestión inútil, puro juego intelectual, permíteme que te invite a participar en él. ¿Cuál es tu postura al respecto?

No fue concebida como tal, aunque tengo que reconocer que en algunos momentos “flirtea” con el género, como en el instante del apagón o cuando los personajes se acercan al reactor carbonizado. En realidad, el tema central del libro es, a mi entender, el sentimiento de culpa. Lo que tiene de ciencia ficción está siempre fuera de foco, más allá de la vista, o detrás de ese horizonte inalcanzable de los ciclistas, y se convierte, por lo tanto, en una opción del lector para dar explicación a algunas cosas.

Esta pregunta en realidad no debería hacerse, pero es mi obligación… ¿qué está ocurriendo ahí fuera durante la novela?

Hay dos opciones: Un cataclismo a nivel cósmico, totalmente ciego e impersonal, en forma de virus o radiación o agujero negro –o cualquier otra forma de “desaparecer” todavía no conocida-. O una acción premeditada urdida por una inteligencia superior: genocidio perpetrado por los clásicos marcianitos; venganza de un “Profeta” convertido en el típico malísimo mezcla de villano y científico –nada más fácil que colocar una convincente figura de cera en un coche-; o incluso experimento caprichoso del propio novelista.

Personalmente, lo que más me gustó de Fin fue la combinación entre esos personajes cotidianos y muy españoles, bien dibujados, y un escenario fantástico –creíble-. ¿Es una combinación viable, puede haber literatura fantástica nacional con ese sabor cotidiano y cercano, o te parece simplemente ocasional?

Yo creo que es perfectamente viable, es más, para mí es la única manera de hacer novela fantástica que además tenga calidad literaria. Me parece ridículo, por ejemplo, que la ciencia ficción sólo pueda ser con personajes anglosajones, escenarios siderales y un lenguaje científico o seudo científico. Pensemos en Cervantes. Su gran novela fantástica, en escenarios exóticos –entonces se llamaba bizantina- el “Persiles y Segismunda” en la que él tenía puestas todas sus esperanzas, no ha tenido la menor repercusión, envejeció a las pocas décadas de ser escrita. En cambio colocó las mismas aventuras en las llanuras de la mancha, entre cabreros, prostitutas, hidalgos de pueblo, venteros… y ahí tenemos El Quijote.

¿Has seguido el impacto de la novela entre el público especializado, estás al corriente por ejemplo de que eres finalista en los dos principales premios especializados que se conceden en España a la mejor novela publicada en 2009 –Ignotus y Xatafi-Cyberdark?

No sabía nada de eso. Lo que se es que hace años –desesperado porque nadie me quería publicar- envié una novela al concurso de la UPC, y ni siquiera fue finalista. Era una novela breve, de ciencia ficción (mucho más, desde luego, de lo que es Fin). Se titulaba “El hacha de piedra”.

¿Crees que el lector español está ya, hoy por hoy, preparado para aceptar regularmente obras con temáticas no realistas, frente al predominio que tuvieron durante décadas?

Aparentemente, el lector mayoritario, el gran público lector, está preparadísimo para la literatura no realista; de hecho consume ávidamente infinidad de novelas “históricas” fantasiosas, anacrónicas e inverosímiles. Pero, eso sí, no le hables de literatura “fantástica”, porque le parece una cosa poco seria y para cuatro frikis, ignorando que se  está cargando no sólo a los escritores de ciencia ficción, sino a “pardillos” como García Marquez, Borges o Cortázar.

¿Qué puedes adelantarnos a grandes rasgos de Marcos Montes, tu próxima novela?

Marcos Montes es la historia de los trabajadores de una mina de oro que buscan la salida y la salvación después de un derrumbe. También es la historia de un hombre que, en esa situación límite, se debate entre la solidaridad y el individualismo, y descubre que su estricta ética personal no es quizás tan beneficiosa como la de otros individuos, aparentemente más reprobables. La peregrinación a oscuras por galerías derrumbadas, se convertirá también en un “camino de perfección” personal, y en una lenta asunción de la culpa, y sobre todo del perdón, indispensable para la dimensión social y también individual del hombre. Pero cuidado. A dos kilómetros de profundidad no se está en este mundo; se está en el subsuelo: un universo, un reino subterráneo en el que puede haber prodigios, maravillas… o incluso una virgen.

2 comments

  1. Certeras preguntas. Había leído por ahí que la próxima novela tendría como protagonista a un lobisome gallego, pero esta suena muy bien.

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