El esclavo perfecto: Yo, robot, de Isaac Asimov

El robot es uno de los iconos claves y más populares de la ciencia ficción. Su mención remite inmediatamente al género y es la manera, junto a una nave espacial y un marciano de ojos saltones, más extendida de representarlo gráficamente. Su tratamiento ha sido dispar, aunque en la práctica totalidad de las ocasiones ha ido encaminado en una misma dirección: la plasmación de un deseo esclavista.

En ese sentido, vamos a analizar uno de los títulos claves de la materia: Yo, robot, de Isaac Asimov, publicado como volumen unitario (y, por tanto, obra autónoma) en 1950, lo que nos permitirá a la vez comprobar si soporta el libro las relecturas y el paso del tiempo.

Antes de ello, debemos realizar una pequeña mención al otro gran referente de este tema, e inaugurador, que es excepcionalmente ilustrativo para nuestra intención: RUR, de Karel Capek (1921). Existen discrepancias sobre si para esta obra de teatro se inventó el término o si se aprovechó pero sirvió para consolidarlo. En cualquier caso, “robot” proviene de la palabra checa “robota”, que quiere decir “trabajo monótono y forzado” o “servidumbre”. De hecho, en RUR se crean robots con el objetivo de “liberar al hombre de la tiranía del trabajo”, de conseguir máquinas que trabajen por él y le permitan dedicarse a otros menesteres menos alienantes. Sin embargo, el relato termina revelando una profunda necesidad de dominio subyacente a todo ello. Es decir, desde su inicio, el robot está unido al deseo de poseer un esclavo.

Yo, robot es la obra más popular de robots. Su autor, Isaac Asimov, a pesar de sus carencias literarias, es también probablemente el escritor, desde hace décadas, más conocido del género y quien más ha contribuido a introducir nuevos lectores jóvenes en la afición. En su defensa hay que alegar una gran capacidad para mantener la tensión narrativa, la gran agilidad de sus textos (sostenidos por diálogos en su práctica totalidad) y una excepcional habilidad para desarrollar acontecimientos fascinantes (en suma, para apelar al “sentido de la maravilla”). Por ello Asimov sigue siendo, como fue para nosotros, la gran puerta de entrada al género de miles de adolescentes en todo el mundo.

Las historias contenidas en este libro vienen a especular sobre el fundamental aporte del autor: las Tres Leyes de la Robótica. Como los robots tienen la única función de servir (de la mejor manera posible) al ser humano, estas leyes han sido establecidas para condicionar su comportamiento impidiéndoles contravenirlas. Recordémoslas:

1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes se oponen a la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no entre en conflicto con la Primera o Segunda Ley.

Con este tipo de restricciones, lo que Asimov ha creado es el esclavo perfecto, incapaz no ya de rebelarse, sino de siquiera contradecir sus órdenes. Pero el problema básico, el que dispara el dilema moral, radica en haberles dotado además de forma humanoide, por la proyección que supone. Aunque se quiere convencernos de que son máquinas, lo cierto es que, para los personajes, sólo lo son en un plano orgánico, porque socialmente les ponen nombre y son tratados como personas. Y, desde esa perspectiva, poder ejercer un control total y conseguir una obediencia severa de ellos adquiere una nueva dimensión.

Por otro lado, el sentimiento (y el deseo) de dominación se hace más patente desde el momento en el que se intuye, conoce y asume que la máquina es más capaz:

“Físicamente, y hasta cierto punto mentalmente, un robot, cualquier robot, es superior a un ser humano. ¿Qué lo hace esclavo, pues? ¡Sólo la Primera Ley! Porque sin ella, la primera orden que daría usted a un robot le costaría la vida.”

Fuera eufemismos y fuera máscaras: se reconoce explícitamente que es necesario controlarlos para poder seguir siendo utilizados por los humanos a su antojo.

¿Qué implicaciones morales tiene todo ello? ¿Qué tipo de personas son las que considera Asimov que vivirán en el futuro, si éste es uno de los aspectos más exaltados como avance de su sociedad? ¿Es realmente un progreso? Y, por otro lado, ¿qué estamos reflejando los lectores cuando hemos reconocido y utilizado este personaje como uno de los iconos de (re)presentación del género?

Incluso, es más, en esa línea cabe plantearse si es el mundo de Yo, robot una utopía o una distopía. Para alguno de sus personajes (bastante planos y estereotipados, especialmente los abnegados científicos), parece ser que sí, pero en general no lo es, pues los seres humanos se encuentran atrapados en singulares conflictos porque, a veces, resulta angustioso que descubra uno sus deseos, y es complicado y duro asimilar lo que realmente se desea o lo que de verdad es conveniente. Y, en el fondo, los propios hombres y mujeres no quieren que los robots respeten esas leyes.

En ese sentido, los textos plantean una ataque contra la vanidad y retratan una pésima concepción del ser humano, pues el egoísmo y su hipocresía impiden un desarrollo armónico de su sociedad, aunque Asimov no tira del hilo de la posición de poder y de su abuso respecto a los robots. Éstos, además, actúan de manera honesta (“los robots son esencialmente honrados”), y eso no es tolerable por gran parte de los humanos.

Pero la obra también permite una lectura directamente insertada en la pura Ética. No en vano, se afirma que “las Tres Leyes de la Robótica no son más que los principios esenciales de una gran cantidad de sistemas éticos del mundo”. Si “observa todas estas reglas, puede ser un robot, pero puede también ser simplemente una buena persona (…). Lo que ocurre es que no hay manera de diferenciar un robot de un ser humano bueno”. Por tanto, ¿qué diferencia a un robot del ser humano (tema abordado en el cuento-capítulo del político)?

De este modo, sin duda Yo, robot plantea una serie de conflictos filosóficos muy sugerentes, pero en ningún caso se hayan ni bien desarrollados (en el fondo, cargan más los lectores en la reflexión que lo que se extrae del propio texto) ni trasladados a la narración, que es el vehículo que ha buscado el autor para exponerlos. Asimov se queda en los conceptos, y como obra literaria Yo, robot resulta deficiente.

No es ninguna novedad subrayar que el estilo de Asimov es bastante parco. Se sustenta en el diálogo, que resulta lo más ágil y apropiado, por otro lado, para la exposición y el intercambio de teorías e hipótesis que fundamentan el volumen. Ese predominio absoluto del juego del diálogo también hace posible que se potencie y mejore el funcionamiento de la base detectivesca del volumen, presente aquí como en gran parte de su obra, en la línea más intelectual de ese género (lo que resulta extraordinariamente acorde con los planteamientos narrativos de Asimov). Sin embargo, por el contrario, el escritor peca de cierta ingenuidad en las descripciones, que son extremadamente tópicas, inhábiles e irrelevantes. Todos estos elementos hacen que Yo, robot (que está compuesto de relatos, no lo olvidemos ni perdamos esa perspectiva), a nivel narrativo, resulte muy tosco.

Asimov gira y razona sobre una idea, pero dialécticamente, no literaria o artísticamente. Los relatos (capítulos, más bien, una vez asumida la obra como texto unitario) son estudios de comportamientos de los robots, especulaciones en torno a ellos, pero no poseen un desarrollo narrativo. Todo son experimentos, juego con las hipótesis. El libro se convierte así en una exhaustiva exploración de todas las posibilidades de sus Leyes, en una concienzuda indagación para ver hasta dónde se es capaz de llegar, pero es insostenible a nivel narrativo porque ignora los principios básicos de cualquier narración.

Por todo ello, actualmente, Yo, robot es una obra insatisfactoria e insuficiente. Salvo por su importante aportación, desde un punto de vista histórico, al motivo del robot, con la sólida base que entregó al género al exponer las Leyes de la Robótica, el libro no hace más que glosar el concepto, matizándolo, sin construir un aparato literario logrado, que debe ser puesto en su justo lugar, alejado de nostálgicas idealizaciones.

11 comments

  1. Muy interesante la reflexión. Supongo que pocas a los robots se los ha mostrado como esclavos crudamente, siempre desde un punto de vista utópico de sirvientes perfectos y felices o como malvados antagonistas dispuestos a acabar con el ser que les dio vida, sin pararnos a examinar que se trata de una rebelión perfectamente justificada por parte de un ser inteligente que es tratado como una simple cosa.

  2. La cuestión radica en si el robot es un ser inteligente y por tanto merece tratamiento de esclavo. Desde ese punto de vista, un coche o un ascensor también son nuestros «esclavos». En ese sentido, básicamente y por muy humanizado que podamos construirlo, el robot es una cosa. Una cosa que reacciona ante determinados estímulos con determinadas reacciones. No puede reaccionar a estímulos distintos si no se le ha programado. Y no puede hacerlo con reacciones distintas a las programadas. Por eso mismo tampoco puede ser «honesto» o «rebelde».

    En la locura de la sociedad moderna se están haciendo hoy día experimentos para injertar células entre los mecanismos a fin de lograr un híbrido, algo parecido a los cyborg. Ahí estaríamos hablando de otra cosa.

  3. Aunque comparto buena parte de lo comentado en el artículo (especialmente en lo que se refiere a la reflexión del «robot como esclavo), lo cierto es que el penúltimo párrafo me chirría bastante.

    Por un lado, la asunción (a mí entender erronea, como ya comenté en el artículo sobre Fundación) de que cada relato del libro funciona como un capítulo de una novela. No entraré en detalle sobre el tema: todo lo que quería decir sobre el particular lo comenté ya en el post mencionado.

    Lo que más me molesta, sin embargo es la afirmación de que los relatos no funcionan, no por falta de habilidad literaria (cosa en la que puedo estar o no de acuerdo y que, en todo caso, sería discutible) sino por la presunción de que el aliento que hay tras cada relato y, en consecuencia, el modo de implementarlo, no es literario ni artístico sino meramente dialéctico, rematando además el párrafo con un contundente «ignora los principios básicos de cualquier narración».

    Puedo asumir sin problemas que el Asimov de estos primeros relatos de robots, es aún un escritor torpe que no maneja bien las herramientas narrativas que está usando. Eso es evidente a poco que se analicen estos cuentos. Pero las herramientas que usa para sus historias son literarias, la intencionalidad del texto es literaria y, desde luego, utiliza herramientas literarias -narravitas, concretamente- para conseguir el efecto que pretende causar. Decir que «ignora los principios básicos de cualquier narración» me parece, como poco, una afirmación exagerada. Estos relatos de robots pueden ser narraciones fallidas, en mayor o menor grado, pero son narraciones y usan mecanismos narrativos.

  4. Buenas…

    Me ha parecido un artículo muy interesante, y me ayuda bastante, puesto que estoy pensando hacer un análisis de los conceptos que Asimov desarrolla en este volumen.

    En cualquier caso, siguiendo el hilo de Joserra y PP, la clave está en lo del «ser inteligente». Con la inteligencia artificial, la máquina no sólo responde a estímulos de una forma determinada, sino que aprende de ellos y modifica su comportamiento según el entorno (como el perrito de Sony, que aprendió a andar solo, no tenía rutinas programadas para andar). Dada la suficiente inteligencia artificial, puede llegar a tener consciencia de sí mismo, y entonces es cuando la cosa se complica. Una nevera no se preguntaría nunca por su misión en este mundo, o por cómo llegar a ser inmortal, y un robot sí podría llegar a hacerlo (como los replicantes de Philip K. Dick, por ejemplo).

    De momento, ni son esclavos ni son meras herramientas, pero la tecnología está avanzando cada minuto. Lo que habría que aclarar es qué define exactamente al ser humano, qué le diferenciará siempre de una máquina por muy avanzada que ésta sea, y cada concepto que se propone en este debate se queda obsoleto nada más proponerlo. Hasta que no se descubra eso, seguiremos moviéndonos en aguas un poco turbias.

  5. Desde mi punto de vista, de lo que recuerdo de la lectura de los cuentos de robots de Asimov, no pienso que fuera tan evidente una lectura que propiciara una visión esclavista y poco políticamente correcta de los robots. Al menos en la superficie, admito que hoy día y buceando bastante, sería posible ese tipo de lectura.
    No creo que Asimov fuera un escritor de mérito literario, ni creo que esa fuese su motivación al escribir. Asimov era un divulgador y una de las personas más inteligentes que han existido. En sus cuentos de Robots pienso que sublima estas dos características la enseñanza y una visión muy inteligente de la realidad.
    Cuando uno se plantea como pudiera ser una inteligencia artificial hay varias posibilidades. En este momento y remitiéndome a los ejemplos que hay en la ciencia ficción que me vienen a la cabeza se me ocurren dos tipos diferenciados:

    – La inteligencia artificial de Stanislaw Lem descrita en el prólogo falso incluido en Vacío Perfecto Golem XIV. Superior a la inteligencia humana y por tanto incomprensible para los humanos. Lem es otra persona de gran inteligencia, en esto se parece al buen doctor (incluso puede que le supere) y da una solución potentísima al tema aunque un poco despiadada. El Golem XIV es tan marcadamente superior al ser humano que para el somos animales inferiores a los que no merece la pena dedicar mucho tiempo o carga de procesos. No tiene sentimientos pues estos desde su punto de vista son ilusiones y al no depender de un entorno físico su existencia está dedicada a otro orden superior de las cosas. Yo creo que en este tipo de IA entrarían las descritas por William Gibson, por Greg Egan, y por otros escritores de tendencia más “moderna”.
    – La computadora Hal 9000 creada por el extraño dúo Clarke-Kubrick. Es menos inteligente que la anterior y puede llegar a tener, en cierta medida, sentimientos. Estos rasgos se aprecian en su capacidad de aprendizaje y su sentido de los problemas morales por ejemplo. De por sí es “mecánica” y actúa siguiendo un patrón. Al final y debido a su interacción con el ser humano, que como tal es tramposo y pérfido, tiene asomo de sentimientos y en el fondo es “humana”. Esta visión es más clásica que la anterior, no se me ocurren muchos ejemplos pero los replicantes de Dick podrían estar en esta categoría.

    Asimov da lugar a otro tipo, la IA superior a la humana y mejor que la humana. Sus Robots son ejemplos de cómo deberíamos ser. Buenos, valientes, generosos y en definitiva mejores que nosotros. Supongo que cuando se planteó como era posible que una creación humana fuera mejor en este sentido que el ser humano tuvo un difícil problema. La solución fue un código de conducta que atara a sus criaturas y las sometiera a un sistema moral mejor que el nuestro propio. Podríamos denominarlo Bushido o Religión o cualquier código de conducta, para el fueron las Tres Leyes. Desde mi punto de vista el objetivo de sus cuentos es enseñar mediante fábulas tecnológicas lecciones morales que en absoluto me parecen desfasadas. El mayor mérito que tienen, que son muy entretenidas.

    Por todo lo anterior, el mérito de Asimov como escritor, el que yo aprecio como lector, es bastante grande. Por supuesto todo esto es personal.

    :D

  6. Por cierto, lamento haber olvidado en el comentario anterior felicitar al autor del árticulo. Pese a no estar de acuerdo en algunas cosas es una muy interesante reflexión que encuentro estimulante.

  7. Las IA somos una cosa y los robots otra y el Homo Sapiens, otra.. En el momento en que un robot se humaniza (o sufre un proceso análogo) lo suficiente como para devenir libre de sus actos, pierde el estatus de robot/ascensor y se convierte en un ser vivo inteligente, la explotación del cual no puede ser aceptada moralmente, tal como intuye el Buen Doctor. En cualquier caso, me sumo a Wintermute (como no podía ser de otra forma) en que la raíz del dilema esla imprecisa e imposible (probablemente) definición de términos míticos del tipo «ser inteligente», «ser libre», «ser consciente», etc…

    Si yo os contara….

    Felicidades al autor.

  8. Qué grande este hombre, aunque no toda su obra es igual de buena. «Yo robot» es una genialidad, y no sólo por la historia, también por sus implicaciones y por los muchos interrogantes que se arrastran con el relato.
    ¡Muy buen artículo!

  9. En realidad, es una lectura muy interesante ya que nos ponen a pensar y a hacernos varias preguntas sobre que pasaria en un futuro con los robots.

  10. super interesante el análisis..
    creo que lo que subyace en el trasfondo de la idea del robot, es la dialectica del amo y el esclavo.
    así como lo que subyace en la idea del automata, visto desde el punto de vista del replicante y no de su presencia desalmada, que es otro tema transversal para ambos casos, es la idea de no saber quien es el replicante y quien es el original o si nosotros mismos somos replicas de algo mas.

    Pero el tema del esclavo en esta dialectica es posible comprenderla mejor en un teto de 1807 llamado La fenomenologia del espíritu de Hegel
    Plantea el origen de la historia, igual al origen de las relaciones humanas
    Y eso ocurre cuando se enfrentas dos deseos, dos conciencias deseantes. El deseo humano distinto del deseo animal, el deseo humano desea deseos, el deseo de un hombre desea el deseo del otro, desea que el otro lo reconozca, desea que el otro se me someta.

    El animal desea cosas, cosas naturales y generalmente desea cosas que se come.

    Las dos conciencias deseantes saben que esta emprendiendo una lucha a muerte .
    Y una de las dos conciencia se quiebra y es aquella que antepone a la muerte a su deseo , es mas fuerte su temor a morir que su deseo.

    y aparece la s figuras cel amo y el esclavo. Donde Hegel encuentra el inicio de la historia humana.
    El amo pone al esclavo a trabajar .
    El amo queda confinado a la pasividad al ocio y al goze se transforma en un ser ocioso y pasivo. El esclavo trabaja para el amo y tiene que trabajar la materia, el esclavo comienza a construir la cultura , porque la cultura es el trabajo que el hombre ejerce sobre la naturaleza, la materia , trasforma la materia. La historia humana pasa por el lado del esclavo ya que descubre que el tiene una relación con la materialidad, naturaleza que es creativa que le permite sentirse mas humano que el amo. En ese trabajo ya descubre su libertad. Bildum cultura creada por el trabajo humano.

    El que ha terminado siendo una cosa un animal que adquiere un deseo animalesco es el amo y el que termine siendo humano es el esclavo.
    La dialéctica del amo y el esclavo esto es dialéctica

    Primer momento: Dos conciencias enfrentadas
    Segundo momento: es la negación es cuando una de las conciencias niega a la otra y esa conciencia ( la otra) se le somete. Amo y Esclavo
    Tercer momento: es la negación de la negación es la que el esclavo ejerce sobre el amo, el esclavo niega la amo al superarlo creando la cultura, que es la cultura humana donde esta integrada toda la dialéctica como nueva figura histórica sinstesis superadora como totalización para ir a otra totalización.

    Espero que haya sido un buen aporte

    slds

  11. Depende, porque un robot puede ser programado por IA, o po runa interface autónoma. De todas maneras lo leí hace más de viente años, y cierto que se basa en tópivcos y estereotipos, pero Asimov es , asu manera, el divulgador y padre de la robótica moderna. La última parte no me parece pesada. «El Hombre del Bicentenario» se basa en los mismos postulados de «Yo, Robot», pero tampoco e smal escritor. Es un autor valiente y excepcional. Buena reseña.

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